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Arcos

Adiós Don Manuel

Fallece el expárroco de San Francisco Manuel Rodríguez Salas

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  • Don Manuel ha sido uno de los curas más queridos que ha pasado por Arcos. -

El pasado 21 de agosto falleció a la edad de 82 años el que fuera párroco de San Francisco, el eterno sacerdote Manuel Rodríguez Salas. El monumento en honor a su calidad de hijo adoptivo de Arcos luce en la travesía urbana de la ciudad, a la altura del bar Beleño, a cuya inauguración pudo asistir en vida y con toda conciencia. Desde hace unos años sufría una enfermedad progresiva unida a otros achaques que fue acumulando a lo largo de su vida, pero fue la COVID, el virus del que poco a poco nos vamos olvidando como si hubiera dejado de ser letal, el que al parecer le dio, como se suele decir vulgarmente, la puntilla en una habitación del hospital público de Jerez. Las tristes circunstancias de su hospitalización hicieron que apenas pudiera estar acompañado por algún ser querido, recordándonos una vez más lo duro que ha sido para la sociedad perder un familiar o un amigo sin poder ser abrazado.

Con Don Manuel no se va un santo, distinción que solo otorga la Iglesia en base a sus criterios, pero sin duda nos deja un buen hombre, una gran persona. Echó los dientes como cura en Arcos tras un breve periplo por otras parroquias, y fue aquí donde logró hacerse con el cariño de toda una  población, sin distinción social, económica o de otra índole. Su vida fue proclamar el amor, nunca la violencia, que sería tal vez como proclamar al propio Dios. Entre sus amigos figuraban incluso aquellos que no creen en Dios y en sus misterios, que abrazan otras religiones y, por supuesto, pobres, ricos, gente de iglesia y pecadores por doquier. Porque Don Manuel era uno de esos curas que no mira a la gente por encima del hombro. Siempre tenía una sonrisa o una palabra amable para saludarnos, virtud menoscabada por la enfermedad que sufría y que ya no le dejaba recordar a nadie ni nada.

Como tantos y tantos de mi generación, de las manos de Don Manuel recibí el bautismo, la primera comunión, la confirmación y el matrimonio, pero también fue él quien dio el último adiós a familiares y amigos. Él mismo formaba parte inexorable de nuestras vidas y de nuestras muertes sufridas. Ha sido testigo de las alegrías y de las tristezas de toda una ciudad, particularmente de su feligresía, a la que llegó hace casi sesenta años cuando era un joven cura nacido en Sanlúcar de Barrameda.  

Aunque el recuerdo es algo que se va apagando poco a poco como una vela, seguro que la ida de Don Manuel ha sido triste para muchos arcenses, aunque su muerte venga a recordarnos que estamos de paso por este mundo, si es que hay otro después. Él, desde luego, confiaba en entregarse a los brazos del Padre algún día, porque creía que hay un más allá donde todos volveríamos a ser felices y vernos las caras.   

Don Manuel deja un poso clave en la historia de la Iglesia en Arcos y una imborrable huella en la parroquia de San Francisco, pero sobre todo una forma de ser, de orar con una brillante dicción, de impartir la Palabra de Dios, de invitar a la reflexión y, en suma, un estilo de promulgar la unión y el amor entre las personas.

La Corporación municipal ha expresado sus condolencias por la pérdida del entrañable sacerdote, dolor al que también se suman las hermandades, el resto de parroquias y toda una ciudad. Seguro que los próximos días, semanas e incluso meses se suceden los actos en su recuerdo. Descanse en paz.

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