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Ronda

Rosi Orillo: “Amor, arte y pureza”

La cantaora rondeña, fallecida el pasado 18 de noviembre a los 52 años de edad, deja una huella imborrable en su ciudad

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La cantaora Rosi Orillo transmitía con su voz sensaciones únicas para su público.

Rosi Orillo era “amor, arte y pureza”, una artista “sublime” que se metía al público, “en el alma, que no en el bolsillo” cuando empezaba a cantar. Así describen a la cantaora rondeña las hermanas María Dolores y Pilar Becerra, compañeras de vida incondicionales de una persona “íntegra, generosa y pura”, con una fuerza “inconmensurable” para afrontar las dificultades que iba encontrando por el camino.

Ronda ha perdido demasiado pronto a una de sus voces más impresionantes, la de una mujer, Rosa María Núñez Soto, que seguirá en el recuerdo eterno por su alegría, su espíritu luchador y su pasión por la vida.

Con la mano en el corazón, María Dolores Becerra habla de Rosi Orillo como una persona “íntegra” que reunía valores como la generosidad, la capacidad de lucha y la empatía. “A pesar de que no tenía una vida fácil, ella ha sido rica, millonaria, en valores humanos, y no precisamente en el sentido material”, señala, destacando su solidaridad, “más allá de la familia y los amigos, con las asociaciones benéficas de Ronda”, que podían contar con su colaboración de una forma incondicional y altruista.  

Otro de los valores que tenía Rosi Orillo era su “capacidad de lucha”, “era una mujer luchadora en todos los sentidos, que se crecía ante las dificultades. Una persona que, cuando está luchando contra todos los elementos, incluso en esta lucha final, se mantenía amable, serena y sin quejarse”. Su empatía y “su inteligencia emocional” es otro de los rasgos de Rosi que destaca María Dolores, “captaba las dificultades de las personas que la rodeaban inmediatamente y las intentaba acompañar y aliviar”. “Era noble y humilde en el mejor sentido de la palabra, porque incluso en su humildad y en esa nobleza había dignidad y señorío”.

María Dolores la describe como una persona de “corazón puro” que a nadie dejaba indiferente. “Te llegaba, te tocaba, te conmovía”, relata con emoción.

Tanto María Dolores como Pilar Becerra hablan de la capacidad para interpretar que tenía Rosi Orillo, con “esa voz con tanta sensibilidad, tan pura y entrañable que se emocionaba cantando y emocionaba al público”, añade Pilar, que la describe como una artista “sublime”, con la que ha compartido más de treinta años de escenarios, de puestas en escena de espectáculos memorables para la Academia de Danza Pilar Becerra.

Entre las muchas historias compartidas, y otras muchas anécdotas inconfesables, Pilar recuerda una actuación en Buenos Aires ante una treintena de poetas argentinos y una representación del mundo jurídico, entre los que se encontraba Julio César Strassera -a cargo de la fiscalía cuando se condenó a Jorge Videla tras la dictadura argentina-, y el escritor Leopoldo Castilla, ‘Teuco’, a quien “se le saltaban las lágrimas” después de que Rosi cantara por soleá la poesía “A mi memoria le pido que me tenga compasión, dichosa de mi memoria que está donde estuve yo. Y cuando se murió mi madre, ese día no existió, el día que yo me muera nos moriremos los dos”.

También recuerda con añoranza las dos noches que actuaron en Salta, una ciudad del norte de Argentina, donde llenaron el teatro, “fue un exitazo”, y otro lugar donde solían ir Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina, “que para los argentinos son lo máximo”, y “cuando la escucharon la gente lloraba” de emoción.

En Ronda, tuvo ocasión de actuar ante el juez Baltasar Garzón en el Convento de Santo Domingo, un fragmento de ‘La noche de mi amor’ de Chavela Vargas, que llevó al juez a decirle “nunca he visto una cosa igual, me has metido en el bolsillo, me has enamorado”.  

Noches mágicas en las que “Rosi me ha dado tanto, nos ha enseñado tanto a mí y a todas mis bailaoras”, recuerda Pilar agradecida, “que no sé qué voy a hacer sin ella”.

La ópera flamenca ‘Ven y sígueme’, dirigida por el fallecido Antonio Becerra; el espectáculo de cante, baile y poesía ‘Rebeldía’, dirigido por Pilar Becerra y dedicado a ‘La Mujer en la Historia del Flamenco’, y la adaptación flamenca de la ópera  ‘Carmen’ quedarán para la historia como algunas de sus mejores interpretaciones. También su interpretación del ‘Gelem, Gelem’, el himno internacional gitano, con Paco Suárez, director de la Orquesta Intereuropea Romaní, acompañando su voz de violonchelo y piano, y su actuación en el LII Festival de Cante Grande de Ronda, dedicado a su padre, Juan Orillo, tras su fallecimiento.

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