El inigualable Leonardo Da Vinci, en una de sus célebres y sabias frases, afirmaba que quién no aprecia los placeres de la vida, no los merece. Estoy completamente de acuerdo con él (junto a Mozart, uno de mis genios de cabecera), porque la vida, cabrona y puñetera muchas veces, hay que disfrutarla cuando se nos presenta la ocasión de hacerlo, sobre todo, en esos momentos agradables que no son muy valorados por parecer cotidianos.
Uno de esos placeres puede consistir en disfrutar de una buena película en una sala adecuada y confortable, con unas buenas palomitas, por ejemplo. También existe la posibilidad de aprovechar esa película para sentarte en las últimas filas de dicha sala, junto a tu pareja, para cambiar las palomitas por unas placenteras raciones de besos furtivos.
A los habitantes de Barbate, desde hace ya mucho tiempo, se nos privó del goce de alguno de esos placeres comentados.
La película Fort Apache es, sin duda, una de las mejores de la historia dentro de su género. Protagonizada por John Wayne y Henry Fonda, entre otros, esta película fue una de las primeras donde se empezó a cambiar el pensamiento, bastante generalizado hasta entonces, de que los indios eran los únicos malos.
Una historia especial que sirvió, en su momento, para estrenar un edificio emblemático en nuestro pueblo: el cine Avenida. Esto ocurrió en 1949. Pero cincuenta años más tarde, aquella majestuosa construcción fue condenada a una prejubilación forzosa que todavía persiste, casi 25 años después de su cierre.
Sin embargo, no solo el cine fue el evento que se podía disfrutar en aquel lugar, ya que, los que contamos con una cierta edad, guardamos muy buenos recuerdos de obras de teatro, fiestas o concursos y actuaciones de agrupaciones carnavalescas.
Es curioso que, ahora que existe una compañía de teatro de las mejores de la historia de la localidad, la gente de Barbate no pueda asistir a sus obras en el templo adecuado para su mejor y mayor deleite.
Creo que, como yo, cada vez hay más personas que están muy cansadas de tener que desplazarse hasta las localidades cercanas para disfrutar de algo tan simple como ver una película, representación o lo que más nos guste.
Durante este cuarto de siglo, se ha repetido hasta la saciedad algo que ya, incluso empieza a sonar a cachondeo; la promesa de que las obras están en su fase final. Pero siguen sucediéndose alcaldes y partidos y el coloso sigue ahí, parado.
Vamos, que, a este paso, veremos acabada antes la Sagrada Familia que reabierto nuestro querido y añorado cine Avenida. Ojalá que pronto se produzca la vuelta al trabajo de ese edificio. Porque lo que no quiero ni pensar es que, como el parque infantil, se vaya para no volver nunca más.
Y, por favor, basta ya de promesas que no van a cumplir.
