Desde que una idea se concibe hasta que se ejecuta pueden pasar años, más si se habla de ciencia. Vicente Larraga pensó por primera vez en la vacuna contra la leishmaniasis canina en los 90 y desde entonces ha tenido "una vida muy agitada": ensayos clínicos laboriosos, cambios empresariales de sus socios o la pandemia.
Pero el empeño, el suyo y el de otras personas que le han acompañado en diferentes etapas de esta aventura, ha hecho posible que la nueva vacuna contra esta enfermedad canina y la primera basada en tecnología ADN haya recibido la autorización de la Agencia Europea del Medicamento (EMA): el objetivo es que esté en el mercado esta primavera, dice a EFE el investigador.
La idea surgió como ocurren muchos de los proyectos en ciencia, del contacto con otros investigadores, explica este científico del grupo de Parasitología Molecular del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas del CSIC.
Cerca de su laboratorio estaba el de un equipo que trabajaba con truchas; fueron sus científicas las que hablaron a Larraga de la vacuna que estaba desarrollando un grupo sueco para combatir una enfermedad viral hemorrágica que afecta a estos peces.
Si se hace con los virus, ¿por qué no con los parásitos?, se preguntó entonces Larraga. Y empezó a armar su proyecto y a recopilar apoyos.
LAS PRIMERAS 30.000 PESETAS
La primera financiación, 30.000 pesetas, la recibió tras hablar con una persona, ya jubilada, de Hipra, pero tres años después la compañía cambió su estrategia y decidió centrarse más en el diagnóstico que en las vacunas -a las que ha vuelto-, explica el científico, quien entonces contactó con Pfizer.
La farmacéutica apoyó el proyecto a través de su centro de investigación animal en Londres pero, tras comprar una compañía también estadounidense del mismo sector y con sedes en otras ubicaciones, la británica cerró. "Y nos devolvieron la patente".
Fue en 2010 cuando Larraga llegó a un acuerdo con la gallega CZ Vaccine, del grupo Zendal, y continuaron los experimentos, esta vez ya a gran escala. "Pero cuando teníamos casi todo hecho, en 2020 estalló la pandemia de la covid".
La última parte del proceso se vio entonces interrumpida y Larraga se centró, como muchos otros investigadores, en la covid-19; de hecho, su laboratorio está desarrollando una vacuna -aún en fase preclínica- basada en la misma tecnología (ADN recombinante) que la de la leishmaniasis.
Hace unas semanas la EMA dio por fin su dictamen favorable a la vacuna canina, capaz de rebajar la presencia del parásito más de un 90% y de reducir los síntomas de la leishmaniasis, que se transmite por la picadura de flebótomos hembra infectados. La vacuna se denomina Neoleish y cuando esté en el mercado solo existirán dos en el mundo.
LOS EXPERIMENTOS, CON PERROS BEAGLE FRANCESES
La del CSIC y Zendal funciona con dos dosis por vía nasal y sirve para todas razas del mundo (CZ Vaccine está en conversaciones con una multinacional para su distribución en Europa occidental, Estados Unidos, Centroamérica y Suramérica).
Los experimentos se hicieron en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza, uno de los pocos sitios donde se pueden hacer este tipo de ensayos, por el tamaño, y que no obstante hubo que modificar en su momento para poder albergar los 130 perros beagle.
Los canes, cada uno con un pasaporte europeo y "vigilados" por comités de bioética, fueron criados por una facultad de veterinaria francesa; tras los experimentos, 40 de ellos se dieron en adopción.
Después de todo este tiempo, Larraga dice sentir "mucha satisfacción". "Nosotros sabemos lo que hemos trabajado. Una cosa es sacar un resultado patentable, obtener una patente e, incluso, licenciarla, pero llegar al final es difícil".
"Hay 250.000 problemas no científicos que influyen; solo llega una molécula de cada diez mil que se investigan. Cuando llegas al final estás muy contento".
SALTO A LOS HUMANOS
La leishmaniasis es una zoonosis, es decir, puede saltar de los animales a los humanos y manifestarse en varias formas, las más comunes son la cutánea y la visceral (esta última es más peligrosa). Se calcula que cada año hay entre 700 000 y 1 millón de nuevos casos.
En España se estima que se produce zoonosis en el 7% de los casos y los investigadores, relata Larraga, han comprobado que hay algunas zonas del Mediterráneo, como Barcelona, en las que ese porcentaje aumenta al 15/20%.
Además, se ha constatado que los flebótomos que transmiten el parásito están apareciendo, debido a la subida de las temperaturas por el cambio climático, en lugares del norte donde antes no había registros, como Galicia, además de en Francia, Alemania o Suiza.
Los perros son el principal reservorio de la leishmaniasis visceral y portadores del parásito en los ambientes urbanos; la vacuna ayudará a reducir el número de animales infectados, disminuyendo así la posible transmisión a otros perros y a los humanos, subraya Larraga.
No es obligatoria, pero los dueños de los perros están "muy preocupados" por la leishmaniasis; "estoy convencido de que muchísimos van a poner la vacuna a sus mascotas".