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Navalcardo

Dos aficiones y el apellido

Recuerdo aquel 3 de mayo de 2008, recién llegado de Italia cuando aquella noche lo presenté en público diciendo que a ambos nos unían nuestras aficiones...

  • A la derecha, Antonio Marín Garrido. -

Recuerdo aquel 3 de mayo de 2008, recién llegado de Italia cuando aquella noche lo presenté en público diciendo que a ambos nos unían nuestras aficiones comunes –taurina y cinegética- y el mismo apellido. Precisamente por esto último innumerables veces me han preguntado si teníamos algún parentesco.

Hablo de Antonio Marín Garrido, quien nos acaba de dejar. Una eminencia del mundo veterinario en nuestra provincia y fuera de ella, donde en este campo lo ha significado todo. Y para mí, una de esas personas en Jaén a quienes siempre recordaré por su señorío, su amabilidad hacia mí y su condición de humanista.

Procuraba hacernos partícipes de los actos que promovía en su condición de Presidente de la Real Academia de las Ciencias Veterinarias de Andalucía Oriental, sobre todo si se trataba la cuestión taurina. Él descolgaba el teléfono o nos enviaba un correo y allí nos tenía siempre a los fieles a la causa cultural de la tauromaquia, respondiendo a su convocatoria. Precisamente él era un fijo en todo acto taurino que se celebrase en Jaén, y si por cualquier circunstancia no podía acudir, previamente lo comunicaba y se excusaba.

En los últimos años me sorprendió más de una vez al otro lado del teléfono, preguntándome por algún dato o alguna referencia de cualquier tema taurino. Tenía interés por investigar la historia taurina y en particular la de Pegalajar. No desaprovechaba cualquier ocasión y últimamente frecuentaba con el arquitecto José María Pardo los actos taurinos que afortunadamente se celebran en Jaén.

Yo siempre le estaré agradecido por un gesto enorme que tuvo conmigo, aunque luego por alguna circunstancia no fructificó. Una mañana de la primavera de 2011, después de mi estancia en Madrid durante varios meses, mi padre y yo nos reencontramos con él por Millán de Priego. Me comunicó que yo daría el pregón taurino de San Lucas en octubre, que estaba hablado y decidido. Mi sorpresa fue mayúscula. Me lo repetiría varias veces más. Y al llegar octubre y por algún motivo, un político de la Junta cuyo nombre ni recordamos fue quien acabó pregonando la feria taurina de San Lucas. El mío estaba escrito y quedó inédito. En él iba mi sincero agradecimiento a quien tanto me apoyó en esta ciudad y creyó siempre en mí.

 

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