Bienaventurados los que pudieron vivirlo en la plaza, porque a ellos nadie tendrá que contárselo. Y en estos tiempos de acceder a un tendido mostrando un Qr desde nuestro Smartphone ante un lector de pantallas, aquellos que conserven la clásica entrada la custodiarán como un tesoro para mostrarla, con orgullo, recordando que vieron a Morante cortar un rabo en La Maestranza.
Porque cuando vivimos algo que sabemos que pasará a la historia, casi de forma irremediable el ser humano tiene la necesidad de mantener vivo un recuerdo. Y el papel, que es táctil, retiene y rememora en nosotros aquellas sensaciones que una vez tuvimos. Las rescata y las perpetúa.
Morante de la Puebla hace ya mucho que pasó a la historia del toreo. Ahora acaba de lograr agigantar su biografía al cortar un rabo en Sevilla más de medio siglo después de hacerlo Ruiz Miguel ante un Miura. De aquella imagen en blanco y negro, a la imagen en color de Morante. Igual que su tauromaquia, rescatando viejas suertes del toreo extraídas de litografías de La Lidia o revistas antiguas de toros, para colorearlas ante nuestros ojos en las plazas rescatando un toreo en desuso, pero vistoso y excepcional ante la monotonía que a veces impera en los ruedos de hoy.
Si ha cortado un rabo después de cincuenta años, imagínense lo supremo que tuvo que ser lo que hizo en Sevilla. Pues cierren los ojos un momento y viajen a través del tiempo para vivir ese mismo gesto en esta ciudad.
Y es que el próximo 19 de octubre se cumplirán ciento diez años de aquella tarde en que Jaén fue el escenario de un hito que marcaría la historia de la tauromaquia. Aquí, al novillero malagueño Matías Lara “Larita” le concedieron un rabo por primera vez en el toreo. Y no le sentó bien, sino al contrario. Es conocido que al presidente del festejo, el concejal Francisco Molinos, aquel novillero le lanzó el rabo hasta la presidencia porque lo consideró una ofensa. Y sobre este suceso el imaginario ha inventado todo tipo de exageraciones.
Este hecho histórico que acabó institucionalizándose a nivel mundial, no se recuerda en Jaén. Y si en la calle Cerón una placa indica el lugar donde se reunieron los Reyes Católicos con Colón o ahora una pequeña escultura en la puerta de El Corte Inglés reproduce a la añorada Escuela de Peritos en el lugar donde se encontraba, lanzo el guante a quien salga elegido alcalde a finales de este mes para que al llegar el próximo San Lucas un monolito, una placa - o lo que buenamente sea- mantenga el recuerdo de aquel primer rabo que se cortó en la historia del toreo en el mismo lugar donde sucedió y se situaba la vieja plaza de toros de Jaén: en La Alameda.