Los intérpretes de lengua de signos ejercen de puente silencioso entre las personas con problemas auditivos y los oyentes en distintos ámbitos de lo cotidiano: en televisión, conferencias, centros de salud o incluso dentro de las aulas, donde estos profesionales denuncian la precariedad laboral que sufren desde hace años.
En España hay más de un millón de personas sordas mayores de 6 años, según datos del Instituto Nacional de Estadística, de los que 5.300 son menores de entre 6 y 15 años que dependen, en su mayoría, de la ayuda de los intérpretes de lengua de signos en las escuelas e institutos.
El colectivo asegura que los profesionales que trabajan en los centros educativos son insuficientes y que sus condiciones son muy mejorables. En el caso de Andalucía, la Junta tiene subcontratado el servicio a empresas privadas.
"Queremos que nos asuma la Junta de Andalucía", afirma a EFE Silvia Mora, intérprete de lengua de signos en el IES Politécnico Jesús Marín, que cree que la plantilla de la que forma parte debería integrarse como personal laboral de la Consejería de Desarrollo Educativo y no depender de otras compañías: "Las empresas no saben ni cómo trabajamos".
Contratos precarios
"Nosotras podemos comer y pagar el alquiler de septiembre a junio. En verano hibernamos y no gastamos nada", ironiza Cristina Olmedo, otra de las intérpretes de este instituto, que explica que al tener un contrato fijo discontinuo no siempre puede pedir el paro en época estival.
Para tener derecho a esta prestación necesita cotizar durante un año completo y, como el curso académico dura nueve meses, puede beneficiarse de este subsidio un verano sí y otro no.
"Se supone que ya somos indefinidas a tiempo parcial, pero no cobramos todo el año", afirma Mora sobre su tipo de contrato. La intérprete sostiene que ha logrado cobrar un mes y 15 días más gracias a las mejoras del convenio, aunque lo que resta del verano no cobra "nada".
"A veces es un poco duro si no tienes otra persona con la que compartir gastos cuando no estás trabajando", apunta a EFE Belén Guerrero, intérprete en el IES Alhambra, en Granada, que también lamenta la precariedad del sector.
Pujar por los intérpretes
Silvia Mora recuerda que el Gobierno andaluz es el responsable de sacar a concurso las plazas de intérpretes de lengua de signos que se necesitan cubrir en diferentes centros educativos, y aquellas empresas que cumplen con los requisitos y están interesadas en ofrecerlo pujan por este servicio.
Catalina Fernández, intérprete en el mismo centro malagueño que Mora, lamenta que en este concurso acaben imponiéndose las empresas que ofrecen el servicio más barato.
"La Junta nos manda a principios de curso el listado con las plazas que hay que cubrir y se van llamando a los intérpretes para ocuparlas", aclara a EFE Alexandra Carballo, representante de Osventos, una de las empresas que presta servicios en el entorno educativo en Andalucía.
Esta empresa gallega, que ofrece el servicio de interpretación de lengua de signos a la administración andaluza desde 2022, defiende que existen criterios de solvencia económica y técnica y que hay que acreditar la experiencia prestando servicios similares en el sector para poder acceder al concurso.
Un colectivo "jugoso"
Silvia Mora destaca el interés de las empresas privadas, que no siempre se dedican exclusivamente al servicio de traducción e interpretación, a la hora de contratar a estos profesionales: "Los intérpretes somos un colectivo muy jugoso y dejamos mucho dinero".
"A menos dinero, menos nos llegaba a nosotras", indica Catalina Fernández, que declara que el único contacto que mantienen con la empresa es a final de cada mes, con el pago de la nómina, o cuando tienen que ausentarse de su puesto de trabajo para ir al médico o hacer otras gestiones.
Mora lamenta que para la institución andaluza son meros "números" y asevera que la Junta desconoce cómo trabajan dentro de las aulas, donde las necesidades de cada alumno son "muy diferentes".
"Es normal que tengan un contacto más directo con el personal del centro que con la empresa", reconoce Carballo, que, pese a ello, garantiza que los coordinadores de la compañía están disponibles ante "cualquier necesidad".
"A veces sentimos un vacío que no sabemos ni para quién estamos", recalca Belén Guerrero.