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Barbate

Abren los nichos en los que podrían estar los cuerpos de los dos marineros barbateños

Este jueves, sus familiares están un paso más cerca de poder recuperar, al fin, sus restos tras el naufragio en 1973 del pesquero Domenech de Varo

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Momento de la exhumación de los cuerpos.

Momento de la exhumación de los cuerpos.

Han pasado más de cincuenta años desde que el pesquero 'Domenech de Varo' naufragó en aguas próximas a Lanzarote tras partir de El Puerto de Santa María, en Cádiz, para faenar en el norte de África, lo que le costó la vida a diez marineros gaditanos. Este jueves, sus familiares están un paso más cerca de poder recuperar, al fin, sus restos.

Después de muchos trámites administrativos y judiciales, la Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas del Naufragio del Buque Domenech de Varo ha conseguido abrir este jueves cinco nichos sin nombre del cementerio de San Román, en Arrecife, donde se enterraron a cinco de los marineros que perecieron en esa tragedia y que fueron recogidos del mar sin informar a sus familias.

La barbateña Ana Ladrón de Guevara forma parte de la citada asociación… y es que aquel pesquero se llevó la vida de su padre, Tomás Ladrón de Guevara, cuando ella apenas contaba con siete años de edad y él, redero de profesión, 43 años. También fallecía en ese naufragio su primo hermano, José Antonio, un joven de 23 años y que era la primera que se embarcada en el Domenech de Varo… para Tomás era su segunda travesía en el pesquero.

Ambos forman parte de los cuerpos que siguen sin ser identificados, por lo que hay dos opciones, que estén en los nichos o que sean alguno de los dos cuerpos que jamás fueron rescatados… “La esperanza sigue ahí, jamás la perderemos, al igual que la fe”, nos cuenta Ana que actualmente vive en Benidorm. Aún así, cualquiera de las dos opciones le ofrecerá una respuesta y “nos quitará la duda que lleva viva más de  cincuenta años”.

Durante cinco décadas, siete de estas familias -de los diez muertos solo se pudieron identificar tres gracias a los dos supervivientes de la tragedia- han creído que el mar se había tragado a sus allegados. Pero hace poco más de año y medio, descubrieron que cinco de los marineros fueron rescatados y enterrados en esos nichos sin nombre.

En todo este tiempo, no tuvieron lugar al que llevar flores y recordar a los suyos. Pero eso puede cambiar en unas seis semanas, según confirma a EFE el presidente de la asociación, e hijo de uno de los marineros que perecieron, José Manuel Pose.

"Son dos exhumaciones (una primera que se hará hoy), abrir las tumbas de los cinco marineros sin identificar y obtener las muestras para poder contrastar el ADN con los familiares e identificarlos a todos. Una vez se logre la identificación, se procederá a la segunda exhumación en la que ya se nos entregarán los restos de nuestros familiares", explica.

Estas tareas en el laboratorio de genética se espera que puedan demorarse unas cinco o seis semanas. Será entonces cuando estas familias sepan, cinco décadas después, qué pasó realmente con sus allegados.

Los técnicos han extraído de los féretros huesos más largos y molares, que son las piezas cadavéricas que más fácilmente pueden arrojar resultados concluyentes en las pruebas de ADN que se practicarán.

Apoyos económicos y morales

Para realizar este proceso de exhumación de los restos enterrados en San Román y su posterior identificación, las familias han necesitado unos 15.000 euros, que en gran medida han sido sufragados por instituciones públicas de Andalucía como la Dirección General de Pesca de la Junta, la Diputación de Cádiz o el Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda, así como por la Fundación Unicaja.

Con todos ellos, José Manuel Pose se ha mostrado muy agradecido. Si no hubiera sido por su ayuda, la asociación que preside no habría podido llevar a cabo este proceso.

Pose también ha dado las gracias a las instituciones canarias por haber tratado de facilitarles al máximo sus investigaciones a pie de isla, tanto desde el Ayuntamiento de Arrecife, como del archivo municipal y el naval nacional que se encuentra en Las Palmas de Gran Canaria.

"Nos hacía falta una colaboración por parte de los organismos en las islas, y la hemos encontrado al 120 % desde el primer día que llegamos", asegura el presidente de la asociación.

Un día de "gran felicidad" para cerrar la página

Dentro de unas seis semanas, estas familias podrán cerrar una página negra. Cincuenta y un años después de la tragedia. Todos han creído hasta la fecha que no podrían tener un lugar al que honrar la memoria de sus allegados.

Por eso, todavía son muchas las que sienten algo de temor por descubrir que, efectivamente, su familiar se encontraba todo este tiempo en un nicho sin nombre de un cementerio de la capital lanzaroteña, isla a la que llegaron en busca de ayuda y que terminó convirtiéndose en el último lugar de la tierra que verían.

"Ayer me decía un familiar que estaba temiendo no tener cuerpo suficiente para venir a recoger los restos de su padre", cuenta Pose. "Yo le decía que ese día será de gran felicidad, no de pena, que es el día que llevábamos esperando durante 50 años".

Y es que, pese a lo tétrico que puede parecer el momento, no deja de ser el "final feliz" de esta historia, que se ha demorado por demasiados años. 

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