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El Puerto

Atraco infame de Benítez Ollero

La patética actuación del árbitro sanluqueño desquició a los portuenses que se convirtieron en rehenes de una actuación vergonzosa.

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  • "Te deseo ¿suerte?" -

Describir la actuación y justificar lo padecido en La Granja puede ofrecer muchas lecturas y a buen seguro alguna de ellas, tengan más peso que un simple y mal día de un árbitro desafortunado. Las actuaciones y la reiteración parcial no son causas aisladas, son la suma de una conducta que debieran reflexionar en una evaluación detenida, pausada y preocupante.

Nefasto y patético el arbitraje sufrido por el Recreativo Portuense ante el Pueblo Nuevo a manos de Roberto Benítez Ollero. Horrible y mísero. Gracias a Dios, la sangre no llegó al río. Y es que como viene siendo la tónica, la afición portuense fue mayoría un domingo más. Los ánimos, encendidos tras una semana negrísima, no encontró el alivio al que recibió su nota por parte del respetable. Al que se le provocó y se le incendió de forma continuada y alevosa.

Una vez más, la afición portuense quiso estar a la altura del que hizo y deshizo a su antojo. El que desniveló un partido con armas cicateras. El que se rió y se escondió tras un silbato para sonrojo de unos y otros. Protagonista de quita y pon. Su minuto de gloria -los 95 de infierno padecido- fueron más que suficientes como para que los caminos no se vuelvan a encontrar.

Recital en do menor

Nada como poner en bandeja para conocer las intenciones. Minuto 2. Internada en velocidad de Ángel Alonso (la foto muestra la carga) y primera ocasión para mostrar su línea a seguir. Derribo, que a pesar de estar cerca y de recriminarse por ello, pasó por alto. Primer aviso.

El Portuense fue mientras tanto a lo suyo. A lo que había ido a Jerez, a quitarse las penas y a enterrar sus penalidades sobre un terreno de juego. Esto no había más que comenzado a andar. Iluso del que creyó que un error no debe ser tomado como premeditación, nocturnidad ni alevosía. Juego fluido, llegadas continuas y superioridad rojiblanca. Nada nuevo viendo el juego de las últimas semanas.

Dos balones al palo, un lanzamiento lejano de Alonso, otro tiro de Natera, de Neva, de Nono, Dani Quirós… y así hasta una tras otra. Monólogo ofensivo del que solo quiere jugar y a ser posible que lo dejen hacer. Faltó gol, también no es nada nuevo y evidente más otra semana.

La primaveral tarde jerezana se empezaba a teñir de oscuro. El gol local -de Antonio en el minuto 5‘- enfrió los ánimos durante 60 segundos eternos. Los mismos que tardó Ángel Alonso para igualar la contienda.

En un abrir y cerrar de ojos, el partido se igualaba como queriendo dar de nuevo otra oportunidad. Fue la última.

Lo mejor de sí empezaba a tomar cuerpo, como calentándose, perfeccionándose y sentenciando el partido con roja directa al portero Ito, tras decretar cesión inexistente de un defensor portuense. El lanzamiento del libre indirecto terminó en gol. Y la primera parte, entre lamentaciones, quejas y asombro, llegó a su fin. El respiro no fue solo sino la reafirmación de lo que aún estaba por llegar.

Con uno menos y con un marcador en contra, las opciones de sacar algo positivo empezaban a esfumarse. Aún habría que sufrir una nueva expulsión, la de Abel Calatayud, que tras ser objeto de un codazo, fue expulsado. Sí, Abel, no el infractor. Con 9 y desquiciado ante las adversidades, la proeza tomaba tintes épicos.

Protestas, resignación y tangana en la zona de banquillos, puso la guinda con al conceder el tercer gol, previa falta a un defensor portuense. En su línea, gol legal y puntillazo con sonrisa incluida. El resultado ya daba igual, los efectos secundarios se padecerán la próxima semana con el aluvión de cartulinas amarillas. Las expulsiones y las amonestaciones preocupan tanto o más que la falta de gol de un equipo que se rebela, esta jornada con razón, más de las que debiera y puede soportar. Eso ya es otra cuestión.

Intentándolo hasta el final, había que rizar el rizo y la guinda la coronó cuando mostró amarilla tras derribar Rubén, portero jerezano, y ser el último defensor. La fina ironía dieron paso a las risas generalizadas de vencedores y vencidos. Ya no había nada que protestar. ¿Para qué? El respetable entendió como perfecta la actuación de Roberto Benítez Ollero.

El espectáculo acabó. Por fin. Dio comienzo a otro. En frío, sentado escribiendo el acta y cuando la conciencia haga acto de presencia, redactará la otra realidad, omitirá el sufrimiento ajeno, esconderá la vergüenza y reconocerá lo obtuso y cruel del que quiso ser cómplice y ejecutor de una infamia. ¿Dictada?.

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