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Sevilla

Recuerdos de personajes populares entrañables

Entre los años 40 y 80 del pasado siglo XX hubo en Sevilla varios personajes populares callejeros que lograron el cariño y la admiración de los sevillanos, que siempre les entendieron, les comprendieron y les otorgaron su apoyo económico y social. Eran personas que abordaban a los ciudadanos que acu

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  • Vicente el del canasto -

Lo más significativo de aquellos personajes era la educación que demostraban en su trato con las personas a las que abordaban con especial talante y desparpajo. Recordamos primero a Antoñito Procesiones que acabó sus días recluido en el Sanatorio de San Juan de Dios de la calle Sagasta. Antoñito fue acompañante fiel de todas las procesiones que salían por el centro de la ciudad. Iba justo al lado de la primera pareja de penitentes o junto al paso, sin decir palabra, salvo que se le preguntara algo. Fumaba puros que se compraba con el dinero que recolectaba en la mayoría de las tiendas y bares del centro, por donde pasaba una vez a la semana para cobrar el recibo de una peseta de su empresa llamada La Española. Nadie le negó nunca su ayuda ni la conversación y todos admitían su trato que era caballeroso y amable.

Sarasate y el Hombre del acordeón solían ir juntos o por lo menos aparecían siempre los dos en los bares del centro y en las terrazas de verano. Sarasate tocaba el violín primorosamente y el Hombre del acordeón este instrumento. Su repertorio era clásico de música española y cuando se le solicitaba un tema en concreto, lo atendían con exquisita bondad. Eran dos personas buenas, que jamás pedían nada y para entregarles el donativo habían que pedirles que se acercaran a la mesa. Recordamos su amable sonrisa como un regalo de convivencia.

La mujer conocida como Qué te brillan las espuelas y Ramón eran otros personajes callejeros curiosos. Ella se acercaba a las mesas de las terrazas y cantaba la copla que le dio nombre, pues no sabía interpretar otra letra. Ramón no ofrecía nada, salvo su sonrisa y mirada profunda y cariñosa que enternecía a los sevillanos.

El Hombre de los pollitos deambulaba por la calle Sierpes y con su voz imitaba a los pollitos que supuestamente llevaba en una cajita de cartón. Hacía la delicia de los niños y de los mayores. Su cartel decía: “Ago (sic) el pollito para que me des un durito”.

Otro personaje entrañable que se ganó el cariño de los sevillanos fue el conocido como Vicente el del canasto. Deambulaba por las calles del centro con su canasto y una mano sobre los ojos, de visera. Se acercaba a los coches como buscando a alguien y a veces ponía en riesgo su vida. Una noche, un coche lo atropelló y murió llevándose para siempre su misterio.

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