No hay un cálculo oficial que diga cuántas personas viven en asentamientos en la provincia de Huelva, aunque solo hay que estar 10 minutos con los inmigrantes, entre cartones y plásticos para saber que muchos llegaron en pateras, y han terminado allí en condiciones extremas, y a veces jugándose la vida.
Al no haber cálculo oficial tampoco hay desglose por nacionalidades, pero un altísimo porcentaje son subsaharianos, a los que se han unido en los últimos años personas procedentes de otros países como Marruecos o Rumanía.
Las mujeres, que hasta hace poco eran inexistentes en los campamentos, ahora también los eligen para vivir a falta de mejor opción.
Manuel Roque Gómez, voluntario de Cáritas en Lepe, explica a Efe que el número varía, aunque solo en la localidad llega a haber casi mil personas, "aunque en épocas como la de la recogida de la aceituna en Jaén muchos se van para allá, y luego vuelven".
En Palos de la Frontera, escenario del incendio que ayer arrasó un campamento del que todos sus habitantes pudieron salir con vida, lo que hasta el sábado era un mini-pueblo chabolista hoy es una gran explanada quemada, con restos de colchones, hierro, utensilios de cocina y sillas y sillones quemados y amontonados en un rincón.
A unos cien metros, en un polígono, se encuentra la nave de la ONG ACCEM donde han sido acogidos los damnificados, en la que reciben a Efe dos jóvenes senegaleses que, rápidamente, muestran su negativa a que sus rostros se vean en una foto: "No foto, no prensa, no entrar", dicen, aunque más tranquilamente explican que muy pocos inmigrantes de los asentamientos acceden a hablar, "porque nuestras familias creen que vivimos en casas. Les tenemos un poco engañados".
De hecho, ante la pregunta de "¿Cómo os llamáis?" responden tras pensarlo unos instantes, señal de que ni siquiera quieren dar su nombre de pila verdadero.
Los dos, muy jóvenes, acceden a mostrar las instalaciones en las que ahora viven, que no saben aún cuanto tiempo ocuparán, en las que prácticamente no hay nadie, ya que todos han madrugado para buscarse la vida en algún campo del entorno.
Lo que está claro es que hay personas que viven en los asentamientos hace más de cinco años, y si es así es porque consiguen el sustento con trabajos esporádicos en distintas labores, con las agrícolas como su primer punto de mira.
Vivir en los campamentos de cartón y plástico, como se ha demostrado en Palos, se ha convertido en una aventura de supervivencia, ya que tienen que soportar temperaturas extremas en verano e invierno, y en estas fechas se ven obligados a encender hogueras que, en más de una ocasión, han ocasionado una desgracia.
El 8 de marzo de 2010 fallecía un joven procedente de Mali por la inhalación del humo de una pequeña hoguera que había encendido en el interior de la chabola donde vivía en Palos de la Frontera.
Una desgracia que se repitió el 9 de febrero de 2012, cuando un hombre y una mujer de origen polaco fallecieron en el incendio de la chabola en la que residían junto a la hija menor de la mujer, de 15 años, junto al Polígono Industrial San Jorge de Palos, la misma zona en la que se produjo el siniestro de ayer.
El último incendio, el 27 de enero de 2014 en Lepe, en el que no hubo heridos, provocó una reunión de distintas administraciones y entidades que trabajan con inmigrantes en la provincia de Huelva, que se marcaron como objetivo el año 2020 para erradicar completamente los asentamientos.
De forma paralela, se llevan a cabo medidas preventivas, como la que ha comunicado hoy el delegado del Gobierno andaluz en Huelva, José Fiscal, para localizar los campamentos mediante GPS, con el fin de acceder rápidamente en caso de siniestros.
Mientras, el Ayuntamiento de Palos de la Frontera reunía ayer a su equipo de gobierno y responsables de varias áreas, para dar una respuesta a corto plazo a las necesidades básicas de los afectados: ropa, comida y techo, y hacer las gestiones oportunas que permitieran determinar la documentación perdida y su posible recuperación mediante duplicados.