Miles de personas tomaron hoy las calles de Brasil para manifestarse a favor y en contra del Gobierno de Dilma Rousseff, en una expresión de la profunda división del país en la histórica jornada en la que el Parlamento vota si avanza el juicio político contra la presidenta.
Las calles de más de una veintena de estados de Brasil y de la capital, Brasilia, se tiñeron de rojo, el color del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), y de verde y amarillo, el símbolo de la oposición y de los partidarios del "impeachment" contra Rousseff.
En medio de un fuerte despliegue de seguridad, en especial en los puntos más calientes -como Brasilia, Sao Paulo y Río de Janeiro, donde se convocaron las movilizaciones más multitudinarias-, las protestas se desarrollaron sin incidentes.
La capital brasileña amaneció blindada por 4.000 policías en su zona central y otros 7.000 listos para actuar en caso necesario.
En la Explanada de los Ministerios, en el corazón de Brasilia, se apreció como ningún otro lado la fractura que vive Brasil, con el llamado "muro del impeachment", una gigantesca valla de casi un kilómetro de largo y dos metros de alto, para dividir a los partidarios y los detractores del Gobierno.
Del lado izquierdo, frente al Congreso, los partidarios de Rousseff, de rojo y portando pancartas con el lema "Dilma fica" (Dilma se queda), y del lado derecho, una marea verde-amarilla con la consigna "Fora Dilma" (Fuera Dilma) y levantando "pixulecos", como se conoce a los muñecos que muestran al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva vestido de presidiario.
En Sao Paulo, donde se desarrolló la movilización más numerosa contra el Gobierno, la marea verdeamarilla, los "coxinhas", como se les conoce popularmente, tomaron la Avenida Paulista y se concentraron frente a la sede de la patronal industrial, la más influyente del país.
Carteles con lemas como "impeachment já" y "chau querida" -la frase con la que Lula se despidió de Rousseff en una polémica conversación telefónica difundida por la Justicia- convivieron con caricaturas gigantes de ambos disfrazados de ladrones frente a un superhéroe con el rostro del juez que investiga la corrupción en Petrobras, Sergio Moro.
"Dilma no tiene más condiciones para continuar y no aguantamos más la payasada", opina María Michelle, una jubilada que parecía rendida: "Llegamos a un punto en el que no hay nada más que hacer, da lo mismo intentar mejorar".
Dirson José de Faria, un funcionario paulista, apoya el juicio político porque "es una solución inmediata necesaria antes de que el país tenga un desajuste peor en la cuestión económica".
Los partidarios del Gobierno, los "petralhas", se movilizaron en el centro, a unos 3 kilómetros, bajo el lema para "defender la democracia" y contra "el golpe mortal contra la democracia".
Banderas de sindicatos y movimientos sociales, como los Sin Techo, y camisetas con una imagen de Dilma en su juventud marcaron una convocatoria que se desarrolló en tono festivo.
"Esto es una gran farsa muy bien tramada y organizada por todo un grupo político que no aceptó la derrota electoral y que busca, a través de cualquier medio que tenga a disposición, derrumbar el Gobierno. Ahora deberíamos estar discutiendo medidas políticas y no estar contra o a favor de un proceso completamente ilegítimo", lamenta Mauricio Ayer, escritor.
En Río de Janeiro, la playa de Copacabana fue el escenario de las marchas, aunque se programaron a distintas horas.
La "marcha roja" inauguró la jornada con una "fiesta funk" que pretendía atraer a la población de las favelas y de las zonas marginales, tradicional bastión del PT que, sin embargo, no se ha movilizado con la intensidad que el Gobierno esperaba.
"Este golpe es la implantación de un modelo neoliberal que pretende retirar los derechos de los trabajadores", afirma el economista Bernardo Sicsú.
Las consignas contra el golpe, como "No va a ser" o "No pasarán", retumbaron en la popular Avenida Atlántica, donde unas horas después los partidarios del juicio político corearon "Fuera Dilma" y "Ciao querida".
Atentos a una pantalla gigante en la que se proyectaba la sesión del Parlamento, algunos manifestantes protagonizaron momentos de tensión con la quema de banderas del PT.
Pero los temidos incidentes entre unos y otros no ocurrieron y la jornada transcurrió en un clima de normalidad, hasta el punto de que los vendedores ambulantes hicieron negocio con la venta de sombreros y símbolos partidistas.
Entre los manifestantes, María Francisca Pereira, modelo, se declara convencida de que "el PT lo hizo todo mal. Llevó al país a la quiebra".
Pero Pereira tiene claro también que este es sólo el comienzo: "El 'impeachment' es el primer paso; después vamos a comenzar a eliminar al resto".