El tiempo en: Vejer

Arcos

Empar Moliner

"Que la Empar sea independentista, que odie a todo lo que ella entiende español, no le da derecho a menospreciar con fuego el símbolo de la arquitectura legislativa de un país"

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad Ai

Hasta ahora sólo habíamos visto quemar símbolos españoles a los proetarras de Batasuna, pero nunca a una escritora y periodista. En el aquelarre vasco, felizmente superado aunque con múltiples y dolorosas secuelas, era corriente presenciar a valientes encapuchados prendiendo fuego al fuego amarillo de la bandera española, ante el regocijo unánime de una afición que lo mismo aplaudía un incendio que un tiro en la nuca.

Pero nunca, como digo, había os visto, y en directo además, quemar un ejemplar de la Constitución. Y para más inri perpetrado por una escritora y periodista, a quien al menos se le supone un amor sincero por la palabra escrita, por la obra editada. La tal señora se llama Empar Moliner y en la imagen de autos se la puede ver prendiendo fuego a la Constitución Española, que evidentemente, puesto que es obra humana, no es un texto sagrado, pero que  ha servido para que desde la muerte de Franco para acá hayamos vivido un periodo de progreso y libertad pocas veces conocida en nuestro país.

Pero no voy a eso: aunque esa Constitución hubiese sido un texto fallido, inútil para nuestra convivencia, estaría feo, feísimo, el gesto de la periodista Moliner. Es algo, eso de prenderle fuego a un escrito, que a mi me escandaliza por lo que tiene de destructivo, de abominable y contrario a la razón.

España es un país que, en cuanto se parte en dos y se lía a golpes, le da por meter fuego: en la Guerra Civil los falangistas quemaban libros y los comunistas conventos. Por eso me parece, el gesto de la señora Moliner, un acto guerracivilista, de una hostilidad y un odio que no le pega a una señora a la que se supone leída.

Que la Empar sea independentista, que odie a todo lo que ella entiende español, no le da derecho a menospreciar con fuego el símbolo de la arquitectura legislativa de un país. Insisto: aunque la Constitución fuese nefasta, quemar un ejemplar es un gesto chabacano, cateto, peligroso. Quemarlo ante las cámaras es, además, la mejor manera de fomentar el odio, la desavenencia y la discordia. Enhorabuena, Empar Moliner. Es muy posible que a partir de ahora aumenten las ventas de sus libros.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN