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Escrito en el metro

El brexit del tiempo

Con el desprecio a los mensajes xenófobos parece hasta sano que los británicos hayan puesto en cuestión este modelo europeísta.

En los años 60 éramos conscientes de la importancia de las divisas que nuestros millones de emigrantes remitían para la subsistencia aquí  de otros tantos millones de familias. Muchos soportaron los duros trabajos en tierras de Alemania, Suiza o Australia, para al final retornar con unos ahorrillos que le permitieran abrir una tasquita parroquiana, que pondrían por nombre ‘El Emigrante’.

Aquel conmovedor anuncio navideño de ‘vuelve a casa por navidad’ se ha perpetuado a pesar de los años transcurridos. Ahora se hace aún más duro al recordarnos que los que hacen las maletas son nuestros jóvenes. Hemos dejado de ser ricos, a pesar de que desde los púlpitos políticos se jacten de recordarnos que somos la cuarta economía de la eurozona. Los que hasta aquí emigraron han disminuido sus remisiones de dineros a sus familias en Bolivia, Ucrania o Senegal. Por el contrario, empiezan a ser significativas las divisas que nuestros jóvenes suficientemente preparados, los nuevos  emigrantes, remiten a sus familias para soportar junto a las pensiones de los abuelos las lastradas economías domésticas.

Como en otros casos, la mejor manera de hacernos pensar que no hemos vuelto atrás es cambiarle el nombre a aquello que llamábamos ‘divisas de los emigrantes’ y que ahora llamamos ‘remesas’. Estas remesas provenientes del Reino Unido, de Dinamarca y de otros países del norte ya suponen cerca de mil millones de euros, y creciendo. En los sesenta la razón era la dificultad de prosperar en una dictadura de posguerra, y ahora es la economía de posguerra impuesta desde Bruselas.
Por momentos parece más evidente que el Brexit británico es la lógica reacción ante una Europa que tiene como presidente a un desconocido señor llamado Mercado, y como ministros a unos tecnócratas que desprecian la palabra política. Probablemente la solución no sea la ruptura, sino otra forma de hacer las cosas. Es evidente que no sirven los designios economicistas que tan solo otean el crecimiento en el horizonte, sino la política con mayúsculas. Con el desprecio a los mensajes xenófobos, parece hasta sano que los británicos hayan puesto en cuestión este modelo europeísta. Es urgente hacerle un brexit a este tiempo.

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