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La mala hierba

Las plantas que crecen a partir de sus semillas son estériles, y así los agricultores de todo el mundo se van convirtiendo en esclavos de esta empresa

Aparentemente no sirven para nada. Su único mal, compartir agua y nutrientes con otras plantas a las que se les considera útiles. Llamamos malas hierbas a todas aquellas plantas que desde nuestro sentido utilitarista de la Naturaleza no valen supuestamente para algún fin humano. Se tratan de colonizadoras primarias con sofisticadas estrategias para sobrevivir en las condiciones más adversas. El refranero popular bien lo sabe, mala hierba nunca muere. En estos días se ha abierto el debate sobre la utilización del glifosato como potente herbicida usado en los cultivos de plantas que nos alimentan. Mientras se dilucida por los gobernantes si es o no dañino para nuestra salud a tenor de informes contradictorios en ambos sentidos, lo que está claro es que el gran beneficiado a pesar de haberse agotado su derecho de patente sigue siendo la multinacional Monsanto. Los suelos contaminados por esta sustancia tan sólo permiten el cultivo de semillas tratadas genéticamente para resistir al veneno y que poseen en exclusividad la biotecnológica de Estados Unidos. Las plantas que crecen a partir de sus semillas son estériles, y  así los agricultores de todo el mundo se van convirtiendo en esclavos de esta empresa, capaz de hundir a su antojo desde el trigo argentino a la soja china. El principio de Fukuoka afirma que las consideradas malas hierbas deben ser controladas pero nunca eliminadas, porque juegan un papel fundamental en mantener la fertilidad del suelo y el equilibrio de los ecosistemas. A pesar de su supuesta inutilidad las hierbas que crecen entre los cultivos, en los bordes de caminos y veredas o en los yermos baldíos nos proporcionan muchos beneficios, desde garantizar la polinización de sus útiles competidoras hasta mantener la biodiversidad. Bueno es citar el adagio que recuerda que no hay hierba, por pequeña que sea, que alguna virtud no tenga. Como Vítor Hugo afirmaba, no hay malas hierbas ni malas personas, solo malos cultivadores. En la actualidad hay algunos monsantos deseosos de aplicar un glifosato social contra los que son señalados por ellos como malas hierbas sin veredicto ni comprensión, obviando que son precisamente ellos el problema, son malos cultivadores.

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