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‘Molly’s game’: Las cartas sobre la mesa

La historia tiene un arranque magnético que te pone en situación con una agilidad frenética, un ritmo espectacular, unos diálogos endiabladamente brillantes...

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Molly Bloom -una ciudadana estadounidense, cuya cosecha se desconoce, que comenzó su andadura como esquiadora olímpica, tras un accidente y que, a punto de ingresar en la Facultad de Derecho con excelentes calificaciones, fue tentada por el mundo del juego donde “organizó durante una década las partidas de póker más exclusivas y clandestinas”- cruzó su camino con…

… Aaron Sorkin -un ciudadano estadounidense, de la cosecha del 61, escritor, productor y dramaturgo en cuyos créditos están ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’ y los guiones de ‘Money Ball’, ‘Steve Jobs’ o ‘La red social’, con un Oscar y dos Globos de Oro en su haber, entre un largo etcétera- y le convenció para que debutara en el cine adaptando su novela autobiográfica. El resultado es esta película, de 141 minutos, escrita por su realizador, con una excelente fotografía de Charlotte Bruus Christensen y una estupenda banda sonora de Daniel Pemberton. La preceden numerosos reconocimientos y nominaciones.

Sorkin ha declarado, por cierto, que no sabía nada sobre póker, ni sobre esquí olímpico, y que lo solventó en el rodaje consultando a la propia Bloom, vía correos electrónicos. Pues ya somos dos, porque quien esto firma no tiene la menor idea de dichos deporte y juego. Pero, como también ha comentado el director, no importa demasiado…

Y, en efecto, la historia tiene un arranque magnético que te pone en situación con una agilidad frenética, un ritmo espectacular, unos diálogos endiabladamente brillantes, marcas de la casa, y una protagonista arrebatadora, carismática y con un talento interpretativo fuera de lo común, Jessica Chastain, a la que secundan con solvencia y talento Idris Elba, sobre todo, él, Kevin Costner y Michael Cera, entre otros.

En cierto modo, tiene algo que ver -pese a sus temáticas y ambientes tan distintos – con ‘El caso Sloane’, de John Madden. Y no solo porque esta actriz eminente interprete en ambas el personaje central, sino porque en ellas son representadas mujeres poderosas,  a no confundir con feministas, que ocupan posiciones privilegiadas  en entornos nada escrupulosos en ética, ni en valores.

Mujeres perfeccionistas, insomnes y adictas al trabajo, enganchadas a determinadas sustancias, que acaban cuestionando sus modos de vida y hacer dinero, aunque sea por la vía de los hechos consumados, tomando decisiones en las que arriesgan su libertad personal, confrontándose a una justicia que solo atisba la punta del iceberg.

El juego, como los trenes, las bodas y los juicios entre otros asuntos y espacios, es muy resultón en el cine. Y a fe que este film no es ninguna excepción. Comercial, digno, no insulta nuestra inteligencia, sino que apela a ella, potente y vibrante y muy entretenido, pese a su largo metraje. Y sutil, pues podía haber hecho mucha sangre, si pone nombres a los actores ludópatas a quienes la protagonista real tanto protegió.

Pero, como alguna que otra ópera prima, resulta también excesivo y algo condescendiente y paternalista, nunca mejor dicho, en su tan explícito, aunque también curioso, final.

Hagan juego y véanla.

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