Al cumplirse seis meses del éxodo que ya ha llevado a 688.000 rohinyás a Bangladesh, las agencias humanitarias hablan de mejoras en las condiciones de vida en los campamentos pero advierten de que todavía hay muchos problemas.
Mientras Birmania (Myanmar) se prepara con demora para una repatriación pactada hace ya meses, el flujo de miembros de esta minoría musulmana a Bangladesh no cesa, con 2.279 nuevas llegadas entre el 22 de enero y el 22 de febrero, indicó a Efe Delwar Hossain, portavoz de la Administración de Cox's Bazar.
En ese distrito del sureste bangladesí se concentran los cientos de miles de rohinyás arribados desde el pasado agosto, huyendo del Ejército birmano en un éxodo que ha supuesto un desafío "inmenso" y frente al que se han logrado "progresos considerables", según la portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) Fiona Macgregor.
"En los primeros días y semanas después del 25 de agosto, los recién llegados de Myanmar (Birmania) dormían al aire libre, había escasez severa de comida y agua limpia y muy poco en términos de letrinas e instalaciones sanitarias", reconoció a Efe la portavoz.
"Desde entonces, la OIM y sus socios han llegado a cerca de 600.000 personas con materiales para crear albergues y han trabajado con otras agencias y las autoridades de Bangladesh para proporcionar carreteras, puentes, desagües y letrinas, lo que ha resultado en notables mejoras en las condiciones en los campamentos", apuntó.
Sin embargo, Macgregor alertó de que los campos de refugiados continúan estando "desesperadamente superpoblados" y "muy por debajo de cualquier estándar internacional para unas condiciones de vida aceptables".
Desde el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la portavoz Caroline Gluck coincidió en señalar que se está pasando de una fase de "emergencia" a una de "consolidación", mientras se continúan mejorando las condiciones y servicios a los rohinyás.
Pero Gluck mostró su "extrema" preocupación ante la inminente temporada de monzones y los consecuentes deslizamientos de tierra e inundaciones, un riego que les ha obligado a comenzar el traslado de unas 300 familias a zonas más estables de los campamentos.
"Esperamos poder continuar realojando a muchas más familias, dudamos que vaya a ser suficiente y eso sigue siendo una enorme preocupación para nosotros porque muchos de los progresos que se han hecho podrían verse minados por la climatología", advirtió Gluck.
La semana pasada, el Gobierno de Bangladesh entregó a Birmania una lista de 8.032 refugiados rohinyás durante una visita a Dacca del ministro birmano de Interior, Kyaw Swe, y espera que su repatriación comience "muy pronto".
No obstante, la repatriación de los refugiados, de los que 688.000 llegaron a Bangladesh desde el pasado agosto, debía haber comenzado en un plazo de dos meses desde la firma de un acuerdo entre Dacca y Birmania el pasado 23 de noviembre.
"No ha habido más progresos desde que entregamos la lista", reconoció a Efe el comisionado bangladesí de Ayuda a los Refugiados y Repatriación, Abul Kalam.
A juicio de Acnur, las condiciones en el estado birmano de Rakáin, de donde proceden los refugiados, todavía no son "favorables" para el retorno y, si bien muchos quieren volver a sus casas, demandan que haya cambios sobre el terreno.
"Quieren tener todos sus derechos y ciudadanía, tener un papel activo en la sociedad, poder moverse libremente sin miedo a la violencia, y quieren que restitución para poder reconstruir sus casas y que se les devuelvan sus tierras", apuntó Gluck.
Desde el campamento de refugiados de Balukhali, el líder rohinyá Saber Alam apoyó la postura de Acnur e indicó a Efe que la comunidad sólo regresará si son reconocidos "como rohinyás", lo que garantizaría sus derechos y ciudadanía.
"De otro modo, dicen nuestros ancianos, continuaremos afrontando el mismo problema", concluyó.
El éxodo rohinyá se originó el 25 de agosto, tras una ataque de un grupo insurgente que fue respondido con una campaña militar en Rakain, donde se calcula que habitaba alrededor de un millón de miembros de esta minoría musulmana no reconocida por las autoridades birmanas.
La ONU y organizaciones defensoras de los derechos humanos han denunciado numerosas veces que existen pruebas claras sobre los abusos y el Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU lo ha calificado de "limpieza étnica de manual" y ha afirmado que hay indicios de "genocidio".