Un estudio internacional, en el que participa la Universidad de Granada (UGR), ha descubierto que fueron los romanos en el siglo I después de Cristo quienes introdujeron en la Península Ibérica al mamífero conocido popularmente como meloncillo, cinco siglos antes de lo que se creía hasta la fecha.
Según ha informado la UGR en una nota de prensa, el también conocido como mangosta egipcia funcionaba posiblemente como animal de compañía o para controlar plagas de ratas, y hasta ahora se sospechaba que "podía había ser introducido en el siglo VI después de Cristo y que la llegada masiva se dio con los musulmanes entre los siglos VIII y XV".
'Did the Romans introduce the Egyptian mongoose (Herpestes ichneumon) into the Iberian Peninsula?' es el título del artículo que un equipo internacional de investigadores de varias instituciones, entre ellas las Universidades de Granada y de Lisboa (Portugal), han publicado en la revista científica 'The Science of Nature'.
Su trabajo apunta que este animal de origen africano, que hasta ahora se consideraba había sido introducido por la mano del hombre en la Península Ibérica en época islámica, entre los siglos VIII y XV, y "aunque había ligeras sospechas que presagiaban que en el VI había ya alguna evidencia al respecto", llegó muchos siglos antes: al menos, en el siglo I después de Cristo, es decir, en pleno Alto Imperio Romano.
Los investigadores han analizado tres nuevos hallazgos de esta especie de pequeño carnívoro. En concreto, se trata de un esqueleto parcial procedente de la antigua Augusta Emerita, en Mérida, un cúbito de una gruta en Vila Franca de Xira y un tercero encontrado en un contexto medieval del castillo de Palmela, estos últimos de Portugal.
Para el correcto análisis, estos restos fueron datados por radiocarbono aportando una datación centrada en época romana, "e imposibilitando así la teoría de que estos animales fueran introducidos por los musulmanes en la Península Ibérica", ha explicado la investigadora del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR, Macarena Bustamante.
Además, el contexto arqueológico donde han aparecido permite definir unas posibles pautas rituales asociadas a estos animales. Por ejemplo, en Mérida, este animal fue inhumado junto con tres esqueletos humanos y cuarenta cánidos en un pozo funerario ritual.
"Esta práctica nos indicaría la posibilidad de que fuera un animal de compañía muy querido que acompañaría a sus dueños en su viaje en el más allá", ha apuntado Bustamante.
El otro hallazgo, en la cueva de Vila Franca de Xira (Portugal), apareció en un contexto aislado que "permite definir la también aparición de esta especie en su hábitat salvaje".