Un total de 15 cadáveres permanecen sin identificar y la cifra definitiva de muertos probablemente raye los 200, según el Consejo Nacional para Coordinación de Desastres, la agencia que preside el ministro de Defensa, Gilberto Teodoro, y que se encarga de canalizar toda la información oficial sobre las inundaciones.
El número de desplazados ha crecido hasta las 451.000 personas, de las que 115.990 se encuentran acogidas en 205 centros de evacuación habilitados por las autoridades.
Hay filipinos que vivieron todo el fin de semana subidos en el techo de sus viviendas casi completamente sumergidas a la espera de que apareciese ayuda.
Los equipos de rescate tienen como prioridad alcanzar a esa gente e impedir que las zonas anegadas se conviertan en caldo de cultiva de enfermedades como el cólera o el dengue, explicó el ministro Teodoro.
Participan en las operaciones de salvamento cinco compañías filipinas, además de 22 militares y un helicóptero estadounidenses, más de 200 vehículos entre camiones, ambulancias, furgonetas y automóviles, ocho buques y 59 zodiac que surcan algunas barriadas como si fuesen los canales venecianos, por la cantidad de agua caída.
En menos de doce horas, Ketsana dejó caer un volumen de lluvia muy superior a la media mensual en esta época del año y batió el anterior récord, de 1967.
Manila y veinticinco provincias de la isla de Luzon han sido declarados estado de catástrofe por el Gobierno.
Las imágenes televisadas muestran decenas de filipinos desplazándose en botes de plástico o improvisadas balsas, entre coches abandonados y sumergidos, habitantes con el agua hasta el cuello, otros cruzan pasos de peatones con el agua por las rodillas.
Se han abierto y se anuncian al menos una docena de cuentas bancarias o teléfonos para recibir donaciones, algunos de las empresas más conocidas ya han anunciado contribuciones, y los hay que piden auxilio al “hermano americano” y dibujan un panorama aproximado a la de Katrina en Estados Unidos.
Aunque la situación mejoró algo la jornada de ayer, con el alejamiento de Ketsana, el cese momentáneo de las precipitaciones y el descenso de los niveles de agua, una depresión tropical y un sistema de baja presión se encaminan al archipiélago filipino desde el Pacífico.
“Es muy posible que uno aumente de intensidad y se transforme en tifón”, advirtió el meteorólogo Nathaniel Cruz, de la Administración de Servicios Atmosféricos, Geofísicos y Astronómicos (Pagasa).
Ambos fenómenos atmosféricos tienen previsto tocar tierra pasadas 48 horas, si es que corrientes de aire impredecibles en estos momentos no los desvían hacia Taiwán.
Todavía es pronto para calcular las pérdidas económicas por los daños del aguacero, pero la declaración del estado de catástrofe permitirá echar mano de las arcas estatales para financiar la labor de reconstrucción y las tareas de limpieza.