De esta crisis sanitaria por la pandemia del Covid-19 y las crisis económica y social que nos empiezan también a sacudir debemos extraer algunas lecciones básicas para que de este infierno colectivo salgamos con garantías de poder vivir en una sociedad mejor. Y les garantizo que no quiero filosofar lo más mínimo. Hay innumerables casos concretos que podríamos enumerar como ejemplos de mezquindad y miseria del sistema social en España. Con todo, el más sangrante, a mi juicio por la maldad que encierra, es el final que estamos dando a muchos de nuestros mayores.
No se merecen el doloroso y ruin epílogo que están sufriendo en un porcentaje elevado de las residencias de la tercera edad. Centros que han demostrado que son, en muchos casos, instalaciones de enorme vulnerabilidad que recogen a ancianos-as sin apenas medios ni personal cualificado porque prima más la rentabilidad del negocio que la prestación de servicios dignos. Cuando se retire la ola de este tsunami y el recuento de víctimas en las residencias saque todas nuestras vergüenzas, las administraciones públicas deberán afrontar el cambio de modelo de asistencias básicas como el que se merecen al final de sus días nuestros padres o abuelos. No puede ser un negocio privado sin las menores prestaciones, sino un derecho social digno y humanitario que solo puede garantizar lo público.
El parte diario de víctimas e infectados es alarmante y algunos políticos nos quieren hacer ver a los ciudadanos que están bien cuidados, pero la realidad de los datos es tan contundente que les quita la razón de plano. Cuesta asimilar el abandono que están sufriendo, con episodios escalofriantes de ancianos que han convivido horas e incluso días aislados con compañeros de habitación que ya eran cadáveres. Fallecieron y siguen falleciendo solos, sin una mano que agarrar o una voz que escuchar.
Posdata: ¡Mucho ánimo a Theo Vargas! El Cádiz Club de Fútbol te necesita, la radio te necesita, tus compañeros y amigos te necesitamos. Te escuché 30 años por las ondas de la Cadena SER y compartí 10 años contigo a diario en Radio Cádiz. ¡Tienes que ver al Cadi otra vez en Primera División! Y fuerza a su mujer Ana y su hijo Carlos que están pasando, al igual que miles de españoles, por el angustia de no poder acompañar a su ser querido en la UCI, de no tener apenas noticias sobre su estado y encima estar aislados sin poder darse entre ellos un abrazo o compartir una lágrima. ¡Maldito Coronavirus!