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Arcos

Un arcense más

Artículo de opinión de Miguel Ángel Rincón

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  • Arcos de la Frontera y su belleza inmortal. -

Ayer por la tarde, a eso de las seis,me encontraba sentado en el patio de casa leyendo un libro (Variaciones y reincidencias, de Javier Salvago) y de repente, sin venir a cuento,me acordé de Arcos. Segundos después me entraron unas irresistibles ganas de montarme en el coche, poner algún buen disco y conducir hasta llegar a Arcos. La última vez que puse pie en tierra arcense fue el 9 de marzo, con motivo de una breve y simpática entrevista que Manuel Galvín me hizo para el programa televisivo ‘Grada Deportiva’. Recuerdo que aquella tarde fui también al vivero del Lago, a por unas plantitas.

Con esto de llevar ya tantos días de encierro, ¿no han sentido ustedes esas ganas de arrancar el coche y conducir a algún lugar agradable, algún sitio al que le tengan especial apego? Seguro que sí. Yo, como les digo, no veo el momento de aparcar el coche en El Paseo y subir caminando por Boliches o por la Corredera, pasar La Cuesta de Belén y llegar, poco a poco, hasta Santa María por el callejón de Las Monjas. Echar un vistazo a la inmensidad en el Balcón de la Peña (como escribiera Antonio Murciano: Vieja peña, pueblo mío,/ milagro de arquitectura,/ piedra en vuelo hacia la altura,/ en vilo sobre el vacío) y luego perderme por las angostas callejuelas que van a dar a San Pedro. ¡Cuánta belleza en tan poco espacio!Gustosamente hago ese recorrido, con algunas variaciones, cada vez que me es posible. Y cuando aprieta la sed, a visitar alguna taberna, que el vino revitaliza cuerpo y mente.  Hace poco más de diez años, un amiga arcense (Nieves) me llevó por todas esas calles, me hizo algo parecido a un tour turístico con las correspondientes paradas taberneras. Desde entonces cogí por tradición (yo, que no soy muy de tradiciones) pelegrinar por esa ruta tan mágica, porque Arcos, y lo digo sinceramente, es un lugar muy especial: sus calles, sus monumentos, su cielo y su gente. En fin, como se podrán imaginar, me quedé con las ganas de recorrer los veintitantos kilómetros que me separan de esa maravillosa ciudad repleta de luz, poesía, flamenco…

Hoy, cuando me dispuse a teclear este artículo, me propuse olvidar al innombrable virus,aunque sólo fuera por un rato, y recordar todo lo bueno que tiene mi Arcos, y añado el adjetivo posesivo porque me considero, de alguna manera, un arcense más, porque parafraseando a Azorín: “En Arcos pasé días inolvidables”.

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