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Mira lo que has hecho: La metaficción como inspiración

Berto Romero ahonda en su propia experiencia como cómico y en la de los límites de la creación humorística en esta tercera y última temporada

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En un momento dado de la tercera temporada de Mira lo que has hecho, Eva Ugarte, que encarna a Sandra, la esposa de Berto Romero, explota con un: “A mí no me mires que yo de metaficción estoy ya un poquito hasta el coño”. Lo dice en una serie que se nutre desde su primera entrega de la metaficción, aunque para subrayar el desafío constante que supone este juego de espejos que propone Romero en cada episodio. En este sentido, es cierto que no ha inventado nada nuevo al abordar el subgénero en televisión; ahí están los excelentes ejemplos de ¿Qué fue de Jorge Sanz? -también de Movistar+- o Larry David -de HBO-, pero sí sobresale el empeño del más difícil todavía a la hora de abordar la naturaleza argumental de su serie, como demostró en una segunda temporada en la que elevaba la metaficción al cuadrado: hacía una serie sobre su serie, convertida la propia temporada en una especie de muñeca rusa.

Para su tercera y última temporada vuelve al ámbito casi exclusivo de la familia para inspirarse en su propia realidad y, en este caso, abrir debates o situar su propio punto de vista ante determinadas cuestiones, entre las que cobra un especial sentido todo lo relativo a los límites del humor, para lo que toma como punto de partida la recriminación que recibió el propio canal por una escena de la primera temporada en la que se hacía alusión al “síndrome de down”. En este caso, su personaje en la ficción hace un chiste sobre Hitler que es interpretado como una ofensa del propio Romero a los supervivientes del holocausto, lo que le lleva a ofrecer unas explicaciones políticamente incorrectas que acrecientan la animadversión en su contra.

A Mira lo que has hecho sí la delata cierta delimitación generacional, pero por encima del vínculo con determinados telespectadores sobresale el talento de su creador para ofrecer una serie que brilla en muchas facetas narrativas, no solo en la de la metaficción, como ocurre con su sentido de la comicidad, que planea con inteligencia a lo largo de cada episodio, e incluso con el del drama, ya que en ambos casos predomina un impulso humanizador. Lo logra apoyado en un reparto fantástico, con mención especial para Ugarte, y bajo la dirección del irregular Javier Ruiz Caldera, al que a veces se le va la mano -es una serie no un anuncio de Casa Tarradellas-, pero al que le salva el estar bien dotado para la comedia.

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