Hay una ecuación básica en política con muy contadas excepciones: no hay mejor catalizador en la paz interna de un partido que ostentar poder institucional. Un ejemplo de libro lo observamos en el PP andaluz. Sacó unos pésimos resultados electorales, pero una carambola de las urnas le permitió pactar con CS y Vox y catapultar a Juan Manuel Moreno a la presidencia de la Junta de Andalucía después de 40 años de sinsabores. Nadie se acuerda ya de los exiguos 26 diputados. Especialmente porque gobiernan plácidamente y sin grandes estridencias o sobresaltos –salvo las propias de la pandemia de las que no se escapa ningún gobierno del mundo-. Los populares andaluces, que han probado 4 décadas el polvo de la oposición, están dándole la razón a diario a Giulio Andreotti, el incombustible primer ministro italiano, quien acuñó la frase “El Gobierno desgasta, pero mucho más la oposición”. Frente al edén de felicidad suprema que saborea el PP de Moreno y Bendodo, observamos al resto de partidos del arco parlamentario sumidos en crisis o discordias internas de mayor o menor profundidad.
El PSOE con corrientes dispersas y desorganizadas de críticos ávidos de poner punto y final a la trayectoria de Susana Díaz al frente de la federación socialista más numerosa del país. Las escaramuzas de algunos destacados dirigentes para moverle de inmediato la silla a la ex presidenta de la Junta han recibido incluso la reprimenda pública de Francisco Reyes, el secretario general del siempre potente e influyente PSOE jienense, emplazándoles al momento congresual.
¿Qué decir de la moribunda Adelante Andalucía con un enfrentamiento cada vez más descarnado entre Podemos-Izquierda Unida y los anticapitalistas? El último episodio ha sido el duelo a plena luz del día entre quienes fueron los dos grandes valedores de esta fallida coalición electoral: Antonio Maíllo, retirado de la primera línea política, y Teresa Rodríguez, a punto de seguirle los pasos.
Tampoco están para tirar cohetes internamente Ciudadanos y Vox. La formación naranja con Juan Marín estrenándose como coordinador regional, pero después de fallidos intentos por depurar a críticos que ostentan otras responsabilidades orgánicas. Y el partido de Abascal suspendiendo primarias en muchas provincias con gruesas denuncias y dimisiones sonadas de algunos de sus militantes y cargos públicos.
Frente a estos temporales con rayos y truenos, las aguas plácidas en las que navega el PP andaluz que, a este paso, llegará a las elecciones autonómicas de 2022 surfeando la ola perfecta, mientras el resto de adversarios políticos sufren el implacable desgaste de estar en la oposición: la institucional y/o la orgánica.