La capital gaditana ha pasado a encontrarse en el nivel 4 de alerta coincidiendo con la entrada en vigor este pasado martes de las nuevas medidas restrictivas de la Junta de Andalucía para frenar la propagación de la pandemia. Con esto se recrudece aún más la situación para el sector hostelero en la ciudad. Con el nivel 4 de alerta el aforo en bares y restaurantes baja del 50% hasta el 30 en interiores y del 100 al 75% en terrazas. El consumo en barra sigue prohibido y la limitación de grupos sigue estando en seis personas. Aunque sin duda el golpe más duro ha sido establecer el cierre a las 18.00 horas provocando la pérdida del servicio de cenas.
Nos hemos quedado tan sólo los tres fijos pero en diciembre, cuando acaben las ayudas por ERTES, tendré que cerrar el negocio”“Con esta decisión creo que se han pasado”, expone el presidente de Horeca, Antonio de María. “Hacernos las dos limitaciones, de un lado la del aforo y de otro la del horario, francamente no es de recibo”. Con este nuevo escenario no pocos profesionales de la hostelería se han visto obligados a mandar a parte del personal de nuevo a ERTE e incluso no descartan cerrar. “Los hosteleros están muy preocupados, sin saber por dónde tirar y sin poder cerrar el negocio porque viven de eso; pero otros creen que no les va a quedar opción porque los echen al no poder pagar los alquileres. Donde no se ingresa no se puede sacar dinero”, afirma De María.
En cuanto a las ayudas de las que hablaba el pasado domingo Juanma Moreno, el presidente de Horeca declara que “en lugar de decirlo debe introducirlas en el BOJA, porque de lo contrario es igual a nada”.
Apaga y vámonos
Cádiz contaba, según las Fichas socioeconómicas publicadas por el Consejo General de Economistas el pasado febrero, con 7,1 bares por cada mil habitantes. Una cifra bastante elebada que refleja el gran número de familias que viven de la hostelería. Aunque la pandemia puede que acabe bajando la ratio radicalmente ya que cada vez son más los bares, cafeterías y restaurantes que consiguen salir a flote.
El Samir, en la plaza del Mentidero, abrió sus puertas en 1993. En 27 años han sobrevivido ya a varias crisis, pero puede que no puedan con esta. Han tenido que prescindir de tres de sus trabajadores, uno de ellos llevaba cuatro años en la empresa, otra empleada dos y el tercero cuatro meses. “Nos hemos quedado tan sólo los tres fijos que llevamos ya nueve años”, nos cuenta su propietario, Antonio Sánchez. Aunque añade que “en diciembre, cuando acaben las ayudas por ERTES, tendré que cerrar el negocio”.
Con respecto a las medidas, Sánchez entendería que hubiera un nuevo confinamiento pero no está de acuerdo con la presión que está sufriendo el sector. “No lo veo factible porque nosotros estamos cumpliendo la normativa, usamos gel, la distancia de seguridad… todo lo que nos pide Sanidad. Estamos pagando el pato sin tener culpa”.
Rebeca Doello, propietaria de El trompeta en la misma plaza, reconoce que la situación le está superando. “No paro de pensar en la forma de salir adelante. Hay días que hasta se me olvida que tengo que comer, ni siquiera tengo ganas”, relata. “Tenemos varias familias que dependen de su trabajo y tienen que ir a la calle con las nuevas medidas”. Remarca que los hosteleros “somos los primeros que estamos trabajando pese al riesgo de nuestro propio contagio y sin dejar de pagar impuestos, cuotas de autónomo y demás gastos”.
Con ella a las puertas del establecimiento está Santiago Pedreño, el único camarero con el que cuenta actualmente. “Con este recorte de horario yo trabajo menos horas, lo que supone un recorte también de mi sueldo”, nos comenta. Añade que la disminución de sus ingresos “repercute en el resto de la economía, porque cuanto menos dinero tengo menos puedo gastar en otros comercios de la ciudad”.
En una esquina de la misma plaza está El Serrallo desde 1998. Juan Chicón, su gerente, se muestra “muy disgustado” porque “parece ser que el virus lo tiene la hostelería”. Lamenta ser uno de los pocos sectores que siguen a raja tabla la limpieza, las distancias y las medidas, “sin embargo no se hace, por ejemplo, en los autobuses en los colegios con el número de alumnos”.
Chicón tiene a seis trabajadores “de los que tres van fuera, porque ahora mismo me basto con un cocinero y un camarero que me apoye”. En las últimas semanas, con el toque de queda a las 23.00 horas y la apertura hasta las 22.30, desataca la presencia de la juventud, “los clientes más mayores se han perdido pero los jóvenes han adaptado sus horarios y nosotros hemos adaptado también la oferta para la chavalería”.
Antonio Pérez, a cargo del Bar La Prensa, en la plaza de San Antonio, también ha tenido que recortar en plantilla. “Éramos cuatro pero los dos camareros del horario de tarde han tenido que ir a ERTE. Es imposible cerrar los números”. A la compleja situación se suma, según apunta Pérez, la tardanza en los cobros de los ERTES. “Ella (por la camarera que le acompaña en el turno de mañana) estuvo en ERTE hace unos meses y todavía no ha cobrado”.
“Esto es una muerte anunciada”, señala Nino Ordoñez, de La Marquesa de las Huevas. “La gente está con temor, miedo y dudas, por lo tanto no hay consumo. Por mucho que hagamos los empresarios por mantenernos abiertos, estamos por estar, pero sin viso de buena solución”. Por el momento se ha reducido el horario de los tres camareros, “pero si esto sigue tendremos que prescindir de alguno de ellos”.
El ocio nocturno, condenado
Dentro de la hostelería, los locales de ocio nocturno puede que sea los que más han sufrido las restricciones en los últimos meses. Primero fue el cierre a la una de la madrugada, hace unas semanas el adelanto del mismo a las 22.30 horas y el nuevo horario los deja completamente fuera de juego. De hecho, “el ocio nocturno no existe desde agosto prácticamente”, afirma Daniel Gallardo, gerente del Rollin’Rock. Confiesa que esperaba en que, tras las últimas limitaciones, bajarían al menos los contagios. “Curiosamente llevamos desde agosto viendo que no es así, por lo tanto puede que por ahí no fueran los tiros”. Este tipo de establecimientos han tenido, una vez más, que adaptarse con una nueva oferta y manteniéndose abiertos en un marco que no es al que acostumbran.
Para Gallardo el hecho de que “nos califiquen como actividades económicas no esenciales me parece un eufemismo de que el sustento de miles de familias no es esencial”. También considera “indignante” el trabajo de los gobernantes. “Moreno Bonilla dice que la próxima semana se reunirá con colectivos para estudiar las posibles ayudas para hostelería y comercio; han tenido dos semanas en las que han estado advirtiendo, ¿no podían haberse reunido en ese tiempo para que las ayudas se decidieran antes que el cese?”.
Todos los empresarios y trabajadores consultados por este medio, incluidos aquellos que no pertenecen a Horeca, participarán en la manifestación de este jueves para reclamar mayor flexibilidad, apoyo y ayudas al sector ante la demoledora situación.