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Matrícula de deshonor

Tiene usted Covid

Me sentía perdido y el sentimiento de culpa me arrastraba hacia la rabia por llevar dentro de mí un mal del que había intentado huir constantemente

Publicado: 18/11/2020 ·
10:25
· Actualizado: 18/11/2020 · 10:25
  • Coronavirus.
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Tiene usted Covid. Fue como un jarro de agua fría. Era de esperar que dada mi responsabilidad laboral el virus me pillara de una u otra manera, y aunque era consciente de ello, la confirmación a través de una PCR me bloqueó durante un instante perdiendo el contacto con la realidad. Contuve la emoción todo lo que pude y maquillé mis miedos con una estúpida sonrisa que la enfermera captó con rapidez, tranquilizando mis nervios con un cariñoso gesto que a pesar de las distancias, logró sus objetivos. 

Me sentía perdido y el sentimiento de culpa me arrastraba hacia la rabia por llevar dentro de mí un mal del que había intentado huir constantemente. Ya estaba infectado, enfermo y era un peligro social, a pesar de ser asintomático. Mientras caminaba hacia mi vehículo comencé a pensar en todas las personas con las que había tenido contacto, a quién podría haber contagiado, quiénes eran más vulnerables. Mi cabeza no procesaba bien la información y entraba en un bucle eterno del que no lograba salir. Tenía la Covid- 19 y cuanto antes asumiera dicha situación antes podría tomar las riendas de mi futuro inmediato, que en este momento lo visualizaba confuso y lleno de datos y estadísticas que no cesaban de aparecer en mi memoria, como si no existiese nada más en el mundo que los constantes números de infectados y fallecidos que había leído u oído desde que comenzó la pandemia.

 Los primeros días me sentía solo, aislado, desorientado, perdido e impotente ante una realidad que compartía con miles de personas, pero cada cual en su casa y el virus en la de todos, y aunque soy optimista por lo general, el final de mi existencia se asomaba muy de vez en cuando sin que pudiese evitarlo.

Estos 12 días de confinamiento, aunque se sientan eternos, se acabaron, como suele ocurrirles a la mayoría de infectados, dando gracias por ser un número más de entre los recuperados. Miras atrás con cierto temor, agradeciendo a las decenas de personas que hicieron más llevaderos mis largos días y sus respectivas noches, y por supuesto, a la familia, esencial para superar las secuelas que la pandemia está dejando. Es evidente que nuestra sociedad está debilitada, pero a pesar de aquellos que tristemente se han quedado y se quedarán en el camino, saldremos adelante, como llevamos haciendo desde nuestra existencia, y por desgracia, sin aprender de esos errores que en algún momento nos pasarán factura eterna.

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