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Arcos

El casco Antiguo

Pedro Sevilla: "A la tristeza natural de estas tardes de noviembre, que se apagan tan demasiado pronto, se une ahora la tristeza de las calles vacías..."

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  • Arcos, en otoño. -

PEDRO SEVILLA

Como todo Arcos, como toda España, como todo el mundo. Lo estamos pasando mal por aquí arriba. Da pena ver los comercios, los bares, los restaurantes vacíos, la gente apresurada buscando la seguridad de sus casas para huir de la pandemia.

A la tristeza natural de estas tardes de noviembre, que se apagan tan demasiado pronto, se une ahora la tristeza de las calles vacías, de los negocios apagados, y se echa de menos la voz y la presencia de la gente, porque lo que hace a un pueblo no son sus piedras ni sus monumentos, sino el paisaje siempre nuevo y cambiante de sus habitantes.


Por eso hoy quiero escribir aquí, homenajear aquí, a la gente de aquí arriba, del Casco Antiguo, y extender el homenaje a todos los arcenses, a todos los que ahora vivimos pendientes de esta emergencia sanitaria que amenaza nuestras vidas y haciendas.

Y para homenaje el que se merece el colegio de “Las Nieves”, benemérito, antiguo, intemporal. Entre sus columnas se ha recitado la rosa del Latín, o se ha contado la Historia de una España desvalida y gloriosa. Ahora, estos días de buena temperatura, si pasas por la calle Boticas puedes oír a través de las ventanas la voz joven de una profesora que explica canto a los niños, o que les recita algún verso, y aunque no lo diga da uno las gracias por esta paz social que nos acoge siempre que vamos a una escuela, o cuando pasamos por sus muros ancianos.

Homenaje, claro, a las tiendas que subsisten a duras penas, a los bares y restaurantes ahora decaídos, a los negocios cerrados por falta de turistas, de trasiego humano. Y a los vecinos, que fieles a su barrio se mantienen aquí a pesar de las incomodidades, de los problemas de tráfico que necesitan y merecen una regulación satisfactoria para todos.

Y para poner nombres propios a este agradecimiento, quiero terminar con un homenaje cariñoso y un sentido pésame al matrimonio Baena Iyázquez. Hasta hace nada hemos podido verlos, sentados siempre en su mesa reservada del bar “Los Murales”, en la plaza Boticas. Venían de su casa de Sevilla y formaban parte ya del paisaje humano, como las Monjas Mercedarias o los socios del Casino. Estos días atrás ha muerto ella y la noticia nos ha hundido a todos porque además de irse una vecina se ha ido todo un emblema de fidelidad a estas calles milenarias que ahora se apagan por las tardes, por culpa de noviembre y por culpa del virus, tan demasiado pronto.

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