Más frío que el abrazo de un suegro”, y es que la falta de abrazos está complicando que entremos en calor. Este frío que nos cala los huesos está rodeado de frases hechas. Dejando a un lado esa tan bonita donde los pájaros nos informan del tiempo con rima consonante, las más habitual es “hace un frío que pela”, que viene al dedillo en estos días tras el paso de Filomena por nuestro país. No, su origen no procede del enrojecimiento de nuestra piel con el frío, sino de los únicos víveres que aguantaron las heladas y que salvaron la vida de Maurice Herzog y Louis Lachenal en su aventura de coronar el macizo del Himalaya. Un saco de energéticas almendras que, como pudieron comprobar los escaladores, se pelaban fácilmente con los grados en negativo.
Ande yo caliente, y ríase la gente, recitaba mi madre a Góngora mientras insertaba a presión el buzo de lana…(Ya hablaba el poeta de Filomena y las nieves en sus versos…) Las odiadas camisetas térmicas cuello cisne de nuestra infancia son historia pasada, hoy las nuevas tecnologías nos han provisto de suelos radiantes, sistemas de calefacción inteligentes y hasta chaquetas y guantes con radiadores que se recargan de forma sencilla como nuestros móviles. Todos estos artilugios nos dan calor gracias a la red eléctrica, con el inconveniente de que a medida que bajan las temperaturas sube de manera desproporcionada la factura de la luz que calienta nuestros hogares. Los que prometieron bajar la factura eléctrica cuando llegaran al gobierno, ahora dicen que no, que no se puede, justo cuando tienen la responsabilidad de dirigir nuestro país, y calentar un gran chalet en Galapagar.
Aun parece que quedan semanas de frío, y lo que tememos la mayoría de los ciudadanos, es que en primavera lejos de que salga el sol, suban las temperaturas y se derritan nuestros miedos, comiencen a congelarse las cuentas bancarias, los subsidios y las pensiones. Desde Moncloa ya han cambiado el relato del futuro económico que vendían hace solo unos días antes de la gran nevada, y donde decían recuperación en V o rápida salida de la crisis ahora dicen frío, frío, frío. Helados nos hemos quedado los españoles, como esas vacunas que llegan con cuentagotas. Helados ante lo que ya parece una realidad que tendremos que afrontar, una de las peores crisis económicas de nuestro país. Tiritando el sector turístico y hostelero, tiritando el sector cultural, tiritando el pequeño comercio. Faltos de planes estratégicos, innovadores y arriesgados, solo se atisba esperanza en el calor europeo de sus fondos. Mientras tiritamos, el gobierno, lejos de acelerar su gestión para ir calentando los motores de la economía, se mueve con lentitud en cada paso que da, con la sensación de que el virus nos alcanza de nuevo sin que sean capaces de reaccionar con nuevas medidas. Sin tener claro el impacto de las implantadas, se estiran hasta mayo para evitar la desesperación, pero lo cierto es que muchos españoles aún esperan a que se les reconozcan los subsidios, las empresas siguen cerrando y los jóvenes no pueden ni realizar prácticas en las que aún se mantienen en pie.
Con esta sensación de ver pasar los días, de esperar que el azar traiga con el año de nieves uno de bienes, se me hace imposible no recordar a Sabina: “El verano acabó, El otoño duró lo que tarda en llegar el invierno, Y a tu pueblo el azar, otra vez, El verano siguiente…”. Porque es la meta que nos hemos dado, llegar al verano inmunizados y con fuerzas para levantar el vuelo, cuando los grajos se hayan ido a volar a otros mares, muy lejos de aquí.