El Cristo de la Viga presidió este lunes el Vía Crucis de las Hermandades, un acto que se llevó a cabo en el interior de la Catedral y en una fecha más tardía de lo acostumbrado toda vez que lo habitual es que este tradicional acto piadoso se celebre el primer lunes de Cuaresma.
Ese aplazamiento anunciado semanas atrás por el Consejo local de la Unión de Hermandades permitió que la Catedral pudiera alcanzar un aforo del 50 por ciento, algo que en enero no parecía ni mucho menos asegurado.
El crucificado ocupó el centro del presbiterio, flanqueado por cuatro austeros faroles y con un escueto exorno floral a base de iris morado. La música la puso el órgano de Ángel Hortas, a quien acompañó la soprano Carolina de Alba.
En el transcurso del Vía Crucis se pidió fundamentalmente por el fin de la pandemia, pero también por quienes han perdido su empleo como consecuencia de esta crisis sanitaria y por la próxima llegada de un nuevo obispo.
No en vano, en la primera de las oraciones ya se hizo referencia a esos “otros crucificados” que forman parte de la “gran familia de los hijos de Dios” que se encuentra ahora “unida por la enfermedad”.
Y así fue cómo se fueron sumando a la relación de lectores de las diferentes estaciones del Vía Crucis personas que han convivido y conviven a diario con la pandemia.
No faltó la presencia del médico, del enfermero, de la voluntaria del proyecto Costaleros por nuestros mayores o de la Policía Nacional.
Hubo también tiempo para el recuerdo de las autoridades sanitarias, a quienes “les toca cargar a sus espaldas la cruz de velar por la salud de tantas y tantas personas”, e incluso para pedir por no caer “en la tentación de la frivolidad de no tomarnos en serio las recomendaciones que se nos hacen para evitar posibles caídas o contagios, poniendo en riesgo nuestra salud y la de los demás”.
El Vía Crucis de las Hermandades de 2021 será recordado como el de la pandemia, ojalá también como el acto que abrió la puerta a la esperanza tras un largo periodo marcado por el miedo y la incertidumbre.