El lenguaje importa y no es gratuito hablar de violencia intrafamiliar en lugar de violencia de género. Siempre estuve convencido del valor de la igualdad. Fue una rutina, asumida con naturalidad, sin impostaciones ni golpes de pecho, pero desde que nacieron mis hijas reconozco que estoy cercano al activismo para que ellas pertenezcan a la primera generación que crezca y viva en un mundo de igualdad entre hombres y mujeres.
Siempre he predicado y predico, sin sentirme mejor que el resto ni querer imponer doctrina, tolerancia cero ante los machistas y todas las clases de machismo, y tolerancia cero con los negacionistas, pero también frente a sus improvisados hooligans o cheerleaders y a los equidistantes que se ponen de perfil. A estos últimos, que son los más peligrosos porque no sabes por donde pueden venir, yo sí quiero decirles que sí como carne de perro, aunque sea perro. No peco de falso corporativismo porque no soporto la equidistancia en ciertos altavoces mediáticos en un asunto de tanta trascendencia para el sano juicio de una sociedad.
Frente a la violencia de género, hay que ser absolutamente dogmáticos: o blanco si luchas contra este terrorismo que mata a las mujeres, o negro si compras determinado argumentario nocivo y tóxico para la convivencia que escupe a diario el machismo más recalcitrante. Insisto: blanco o negro, no hay grises ante la lacra de la desigualdad.
A mí no me preocupan o, mejor dicho, me preocupan relativamente los negacionistas. Ya sé dónde están, quienes son y cómo combatirlos con la verdad de los datos. Lo que me enerva es la compra de esta mercancía averiada. Incluso por mujeres –son pocas, pero las hay- que no ven el peligro al que se exponen cuando niegan el machismo o se abrazan a él a conciencia para hacer daño y sacar no sé qué tajada ventajista a corto plazo, sin darse cuenta de que se hacen daño a sí mismas y al feminismo al no asumir con valentía sus propias responsabilidades.
Frente a estos delirios inaceptables, me rebelo porque además las mujeres no son sólo iguales, sino en la mayoría de las ocasiones son mucho mejores que los hombres, que solo hace falta ver cómo está el mundo hoy en día para sentir vergüenza de ser un hombre. Por todo ello, espero que los conversos vuelvan al consenso y sigamos informando los periodistas de la violencia que mata a las mujeres por ser mujeres, la violencia de género.