En su formidable discurso de despedida como presidente de los Estados Unidos, Barack Obama enfatizó en 2017 “la necesidad de la empatía y de la solidaridad para no incurrir en el cainismo”. El eje de su mensaje giró sobre la necesaria defensa de los cimientos de una convivencia democrática, de tender puentes entre los adversarios políticos y no permitir que se impongan las estrategias tóxicas y corrosivas que provoquen la polarización de una sociedad profundamente dividida en creencias, valores e ideologías. En defensa de los principios de la Constitución, llamó a la ciudadanía a no dejarse seducir por los peligrosos cantos de sirena de populismos que dinamiten las instituciones sembrando la desconfianza sobre los poderes públicos.
Antes de escribir esta columna, volví a ver los 57 minutos de esta intervención que en su día me sedujo sobremanera. Sentí la necesidad de escucharle una vez más para recomendar esta imperial lección a buena parte de los dirigentes políticos españoles que están usando la tragedia colectiva provocada por el coronavirus como un ariete de desgaste contra el Gobierno central. Debo aclarar, para evitar malas interpretaciones, que no sólo me parece lícita la crítica política, sino necesaria para que el poder no coquetee con el abuso, el adanismo o la creencia de estar en posesión de la verdad absoluta. De hecho, esta crítica ha permitido que el presidente Pedro Sánchez rectifique algunos errores sonados de las últimas semanas. Ahora bien, crispar, menospreciar e injuriar con el único interés de desestabilizar al ejecutivo nacional, o incluso buscar su relevo, me parece obsceno e indignante en el estado de alarma que sufrimos.
No he visto, ni siquiera, un mínimo gesto de empatía con el presidente del Gobierno por la dificultad extrema que debe ser gestionar una crisis de tales dimensiones con una lista de miles de muertes que se queda corta cada día que pasa. Aquí no está en juego, ahora mismo, el Palacio de la Moncloa o gobiernos autonómicos, está en peligro la vida de miles y miles de españoles más. Por ello, lo menos que deben hacer todos nuestros representantes políticos es tratar de desempeñar su responsabilidad desde el sentido común, y no desde el extremismo tratando de empatizar y ponerse en el pellejo del contrario. Obama dijo un día que el liderazgo se demuestra buscando la empatía para superar tiempos de crisis. Tienen todavía los líderes de los partidos españoles la oportunidad de rectificar y demostrar si de verdad tienen algo de líderes. Ya tendrán tiempo, cuando superemos la pandemia, de depurar responsabilidades si las hubiera. Ahora, un poco de empatía, por favor.