Está a la vista la escasez de democracias plenas en el mundo y el ascenso del autoritarismo. Se comprueba que construir un marco de convivencia no es tarea fácil. En España ha sido realmente infrecuente en los dos últimos siglos. Santos Juliá lo compendió en dos palabras: “Demasiados retrocesos”. Repasar golpes, exilios, revoluciones y cambios de régimen es llorar. Tras la última dictadura se forjó una arquitectura jurídica inusual en nuestro país: una Constitución que no era de parte sino de la gran mayoría de los ciudadanos. Se constituyó una democracia liberal, abierta a ampliaciones de derechos y a interpretaciones flexibles a derecha e izquierda, que garantizaban su longevidad. La forma de monarquía parlamentaria no era obstáculo para nada, salvo para la forma republicana de gobierno.
No es una ensoñación de locos. Encuestas en Norteamérica apuntan que la secesión y una nueva guerra civil no está descartada por buena parte de los ciudadanos. El legado de Trump es ese. La premonición fue la reiterada negativa a reconocer el recuento de los votos electorales y la consecuencia se materializó en la horrible invasión del Capitolio ¿Quién da más para deteriorar una institución democrática? Aquí ya se adelantó Tejero. No es la misma percepción que hay en España pero la polarización está avanzando en malos logros cuando se habla de ETA manifestando que está viva, encender el odio civil con nacionalismos extremos o con intervenciones parlamentarias zafias y aborrecibles, desprestigiar a las instituciones impidiendo su renovación o eligiendo personas de trayectorias controvertidas o poniendo en cuestión la igualdad de los ciudadanos ante la ley.
Un sociólogo, Rafael Bardají, que ha transitado entre el PP, la FAES y VOX, del que fue fundador, hace declaraciones en el libro revelación de Anne Applebaum, “El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo”. “Estamos entrando en un periodo en el que la política se está convirtiendo en algo distinto, -dice Bardají- la política es una guerra por otros medios; nosotros no queremos que nos maten, tenemos que sobrevivir… Creo que en la política actual el ganador se lo lleva todo”. Transpira como no-valores la falta de consenso, la polarización y el arrastre del adversario hacia la nada política y el enfrentamiento de los ciudadanos jaleados de las tribunas hasta las calles. El odio como condimento de todas las salsas políticas.