Mañana es el Día Mundial de la Filosofía. Y cuando se empieza a hablar de filosofía salta la eterna pregunta, ¿para qué sirve? en el contexto comparativo de la utilidad más aparente de los conocimientos científicos y tecnológicos.
La respuesta bien podría ser a la gallega con otra pregunta: ¿para qué sirve pensar? Porque la esencia de la filosofía es eso, pensar, saber pensar. Sin embargo esta interrogante acerca de su utilidad seguramente la ha condenado al ostracismo en los programas de las enseñanzas regladas, bien porque se conozca la respuesta y efectivamente se tenga temor a una masa pensante, bien porque desconociendo el valor de la filosofía se la relegue en favor de las materias que hacen “buenos” trabajadores.
Todos los seres humanos somos filósofos porque hemos desarrollado una tendencia natural a indagar, a preguntarse por todo. Si la acción de pensar es lo propio de la filosofía, la acción de buscar respuestas es el proceso que desencadena el mecanismo filosófico.
El ser humano se halla inmerso en una permanente búsqueda y produce filosofía de forma natural. No hace mucho en la escuela de filosofía a la manera clásica Nueva Acrópolis se llevó a cabo una iniciativa sobre ‘Filosofía en la Vida Cotidiana’ a través de la cual se analizaban letras de canciones actuales tomadas de las listas más vendidas en ese momento, para mostrar que una buena proporción de los temas eran de contenido filosófico, indagaciones acerca del amor, el sentido, la justicia, la libertad, etc. Y lo mismo se comprobaba con vídeo juegos populares, poesía slam, manga o series televisivas.
El pensamiento filosófico fructifica en todos los escenarios que marcan nuestra vida cotidiana: dilucidar entre lo correcto y lo incorrecto, descubrir la relación entre el individuo y la sociedad, reflexionar acerca de las causas de nuestros acontecimientos, profundizar en los valores individuales que llevan a la excelencia o los valores sociales que hacen posible el bien común. ¿Por qué me ocurre esto? ¿Cuál va a ser mi futuro? ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Qué quiero en la vida? ¿Cómo salir adelante? Todas son preguntas cotidianas que no se responden desde las materias que ahora tienen más peso en los planes de estudio, sino desde la tarima de la filosofía. Y encontrar una respuesta a estas preguntas condiciona toda una vida.
Filosofar, es decir, pensar y generar el marco para hallar las soluciones, ha sido una de las claves que nos ha permitido superar las innumerables crisis de nuestra historia. Y la actual situación no va a ser una excepción.