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Desde la Bahía

Las razones de Quevedo

El amor al saber se guillotina. La Filosofía lanza sus últimos estertores. La Física sigue sus pasos. Las Matemáticas se amaneran

Publicado: 10/04/2022 ·
22:18
· Actualizado: 10/04/2022 · 22:18
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Hemos estado siempre orgullosos de nuestro Siglo de oro español. Del desarrollo que en él tuvieron la literatura, las artes y las ciencias y la privilegiada situación política vivida. Pero este siglo XXI, de crisis económica y de valores, de pandemia mórbida y mortal nos ha traído a la memoria aquellas reflexiones poéticas de Francisco de Quevedo, en las que vio como aquellos muros de su patria, siempre fuertes, caían desmoronados, una vez caduca su valentía.

¿Qué nos pasa?, habría que preguntarse. La sociedad que es una estructura estable, precisa que sus miembros tengan firme creencia y conciencia de grupo. Pero a lo largo de su evolución, cada vez se siente con mayor intensidad que es precisa la presencia de personas que la lideren y estas deben ser de demostrada calidad superior y por su excelencia ser fielmente aceptadas y elegidas. Es este el punto crucial que rige los destinos de una nación, la sociedad no debe equivocarse, resbalar o fallar, porque la mediocridad y la ignorancia esperan su momento y la carencia de aptitudes, se impone como norma, cuando alcanzan el poder. El necio ofrece dádivas por doquier. Su arrogancia y altivez lo elevan a alturas desde donde los valores como fichas de parchís, se engullen y suben veinte peldaños más su nivel.

De nuevo aparece el eco de nuestro querido Quevedo: “Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”. “La soberbia nunca baja de donde se sube”.

Nuestro presumir de Nación y Estado más antiguo del continente ha sido demolido. Nuestros acontecimientos históricos hasta ahora de mayor mérito, deben anularse de los textos educativos y además debemos permanecer continuamente de rodillas y pidiendo perdón a los demás Estados del orbe. Nuestra tradición religiosa no es que haya sido un opio, sino que nos la presentan como un ensañamiento contra la ciudadanía. Los badajos de las campanas condenados a parálisis perpetua. Las efemérides más tradicionales reprobadas al aislamiento. Que nadie crea que la Semana Santa que en estos días vivimos, la dejan celebrar lo que representa. Es más probable que se deba al elevado voto cofrade que hay que conquistar. Pero las mascotas se incorporan con carácter de igualdad familiar.

Aparece con la idea de quedarse una nueva vida educativa. A partir de ahora habrá que distinguir entre saberes básicos y saberes deseables, entre lo esencial y lo que depende de la comunidad educativa y sus ideales y tendencias. Adoctrinamiento. Los jóvenes deben tener un enfoque competencial. Se menosprecia la memoria. Para recordar están las “maquinitas”. Se renuncia a un estudio cronológico de la Historia y se indica que comiencen el conocimiento de ésta a partir de 1810, con las Cortes de Cádiz, sin hacer hincapié en que la Constitución sin haber vencido al francés en los campos de batalla, hubiera fracasado.

El amor al saber se guillotina. La Filosofía lanza sus últimos estertores. La Física sigue sus pasos. Las Matemáticas se amaneran. Hay que dejar paso a los que ahora se consideran valores cívicos y éticos, educación para la ciudadanía, memoria democrática, formación y orientación profesional, digitalización o economía y emprendimiento y sobre todo cuidados y derechos de grupos actualmente muy influyentes, banderas políticas del Gobierno de la nación. Los suspensos pasan ahora a ser competencias mínimas exigidas. Desaparecen los exámenes de recuperación y las calificaciones numéricas. Las evaluaciones serán continuas, formativas e integradoras. El suspenso no será clave para el paso de curso o finalización de los estudios. El esfuerzo se debilita y la responsabilidad troncha su tronco principal, pero gracias a estos artilugios reduciremos el porcentaje amplio de no graduados. ¡Y un larguísimo etcétera, imposible de describir en este corto espacio de opinión!

Frente a esto ofrecemos comenzar por una Constitución del Doce con los caracteres ya descritos. Una Monarquía que los dos últimos siglos, desacreditan. Una Primera República que no fue ni unitaria, ni federal, sino vergonzantemente cantonal y una Segunda República legal, pero de legitimación opaca. Un enfrentamiento civil cuyas heridas no cicatrizan ni por segunda intención  al ser tratadas erróneamente con una “Memoria democrática” partidista y unas leyes educacionales que parecen más inclinadas al adoctrinamiento dictatorial, que al amor al saber y el respeto a una formación integral. 

No se vislumbra en el horizonte político, cuando vamos a empezar a legislar normas que alcancen por igual a todos los españoles, saturándoles de bienestar, desarrollo y progreso y verdadera libertad de modo que podamos dirigirnos a nuestro amado poeta Francisco de Quevedo, y decirle que ya no hay dedo señalándonos la boca o la frente, que nuestro silencio se ha acabado y que no hay miedo que nos amenace.  Que no se quede en sueño o utopía.

 

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