Cultura

Publicado: 28/04/2022
Autor

Cristóbal Domínguez Durán

Dedica la mayor parte del tiempo a la lectura, la escritura y la docencia. En ese orden. Luego hace otras cosas

Habladurías

Hablaremos aquí de temas variopintos. Nuestro viaje no tiene un rumbo claro

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...Celebro el bono cultural joven, celebro más libros en la biblioteca, celebro todo aquello que se predispone en equidad para todos...
Odio la palabra cultura. Está tan manida, tan usada de forma vil, que es como si dijera estropajo o ladrillo. Puede significar cualquier cosa menos lo que en realidad tengo en la mente. Es como si la hubieran abducido y le hubieran metido dentro cualquier cosa. Me pasa lo mismo con la palabra poemario. Suele usarse entre los poetas y demás gente del mundillo y a mí me parece, de tanto oírla ya, el nombre de un nuevo dinosaurio o un Pokémon. Poemario. Con lo bonita que es la palabra libro. Hay aquí otro artículo: el de las palabras que ya no significan casi nada. Cultura, cultura, cultura. Cuántos disparates se cometen en tu nombre.

Las palabras significan de manera distinta dependiendo de las circunstancias históricas y socioeconómicas en las que se enmarquen, y creo que hace tiempo que la palabra cultura se ha puesto una careta de pijerío insoportable, de burguesito que no soporta su clase y quiere distinguirse de la frivolidad de su calaña, de aburrido que busca entretenimiento, de promotores vendemotos que enchufan sus bodrios a los ayuntamientos más catetos solo para hacer dinero. La cultura, entendida como arraigo y expresión popular, pero también como herramienta que promueve el juicio crítico, está muy lejos de esto. “Hoy día todo el mundo tiene acceso a la cultura” o “Hay que trabajar por la cultura”, oigo decir. “Yo es que vengo a todo lo que se hace en cultura”, escucho también. Una cultura, en este sentido, que cada vez se hace más mirando la recaudación que podrá dar de vuelta. Y así, atar cabos es fácil: se promueve culturalmente para clases que pueden gastar y cada vez se dejan más solos a los humildes.  Cebollismo puro y duro. Tele barata y a dormir.

Y he de reconocer que  me fastidia que se relacione cultura popular con ferias o toro embolado. ¿Eso queda para los de abajo? La intervención estatal en este sentido es imprescindible. Cuando pienso en cultura, yo celebro el bono cultural joven, celebro más libros en la biblioteca, celebro todo aquello que se predispone en equidad para todos. Nada en este sentido se hace a fondo perdido.

Pero lo que más celebro en el mundo de la cultura y lo que hace que me reconcilie con esa palabra es el Carnaval. Y lo bueno de que este año caiga en mayo es que los malajes a los que no nos gusta la feria de abril no nos vamos con ese mal gusto de la primavera. No hay fiesta que encarne mejor lo que creo que significa la cultura. El arraigo, su capacidad de transgredir clases sociales, de hacer rey de la fiesta al electricista, de adorar al que a duras penas pone en la mesa el potaje, de formar una case social crítica.

Traigo aquí a Manolo Santander diciendo: “Me da mucho coraje que se diga que los carnavaleros somos poetas frustrados. Eso es mentira, yo soy un obrero. Yo me levanto a las 5:30 de la mañana. Y creo que es mucho más defendible que un fontanero escriba una letra buena que un poeta escriba algo bonito”. A muy poco del COAC, poco más que añadir. Amén al maestro.

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