Se nos va agosto, fundido en llamas, saturado de penuria, con crisis energética y financiera, subida de precios y descenso del poder adquisitivo de los ciudadanos. Hay sed en los campos y el abastecimiento doméstico de agua se reduce a límites, que dificultan la limpieza e higiene a la que estamos acostumbrados. La botella de agua mineral sustituye al grifo, aumentando su importancia y su precio. Los santos están preparados para, si se acuerdan de ellos, iniciar las prerrogativas que hagan al fin descender el agua de las nubes.
La vida es más real que la oración, pero su conciencia es muy laxa. Los sentidos antes apagados pero que era fácil darles de nuevo luz con tal de que una mano vibrante y ágil de intelecto, incidiese en el interruptor de su voluntad, ahora han perdido su carácter, la envoltura del cableado humano de acciones y reacciones razonables y justas y se ha sustituido por una "cinta aislante" hecha con el material de la opinión pública y los avances tecnológicos y audiovisuales, que utiliza la demagogia, cuando no el resentimiento o un solapado odio, como adhesivo.
Nací en un hogar, donde la "poesía de amor" era una realidad cotidiana. Al poco más de un año de mi existencia, mi madre subió al cielo con el beneplácito de un Jesús al que adoraba en su parroquia de la Pastora. Su herencia fue la poesía. En la pubertad ya había leído la mayor parte de los poetas que luego pusieron de moda "los políticos" y los que siempre se adhieren, con olfato picaresco, a los que van a llevar la rienda del complejo carruaje del poder. Algo parecido a lo ocurrido con el flamenco, un cante "jondo" no apto para "personajillos superficiales". Unas trenzas y un rostro, al que Miguel Ángel le hubiera encantando esculpir, hizo que hasta el día de hoy amor y poesía continuaran, vivos en nuestro hogar.
Por mis manos pasaron los textos admitidos y los prohibidos, sin ningún aspaviento por mi parte de ser opositor a estas medidas restrictivas. Puedo hablar hoy en día de Bécquer y de Lorca, unidos por la pronta ausencia que tuvieron ambos de este mundo, ante de terminar su cuarta década, aunque en condiciones muy diferentes.
Fue en un mes como el que estamos viviendo, de 1936, cuando Federico fue fusilado. Los que veíamos en él, el mejor corredor del camino hacia Suecia y su Nobel, tal ignominia no nos la puede borrar la fuerza del tiempo y el olvido, pero hechos irreversibles como este, a lo único que nos debe de llevar a las personas sin sometimientos de rencor o venganza, es a que nunca jamás vuelvan a producirse. Y dejar la distinción entre "buenos y malos" en aquella contienda, porque hubo hombres sencillos y honrados, de ambos bandos en los campos de batallas y "fieras depredadoras" que a la sombra de estas virtudes, transformaron en hiena el carácter humano.
Pero la Justicia y su Código Penal, lo que condena es la pérdida de vida y las circunstancias que acompañen de alevosía, ensañamiento, odio, recompensas, o promesas de alguna relevancia, no la creatividad de su profesión.
Este país sigue viviendo el error de utilizar las muertes que durante los tres años de conflicto civil se produjeron, de forma propagandística y unilateral. ¿Qué tiene que ocurrir para que dé una vez por todas la historia alcance veracidad? ¿A quién hemos de leer? ¿A quién hemos de escuchar? ¿Quedan personas con credibilidad verdadera e imparcial?
Ya no quedan antepasados ni recuerdos, vivos, en las generaciones actuales. ¿Por qué impregnarlos de la amarga hiel del resentimiento a unos y señalar con el dedo del delito de odio a otros? He leído en los últimos días una lista comparativa de las atroces acciones cometidas durante la guerra del 36/39 por todos los grupos que en ella intervinieron, y lo mejor que puede ocurrir es que exista un silencio en las calles y plazas, una verdad en las aulas y una tristeza en los hogares que sufrieron víctimas.
Por eso recordar a Lorca solo pensando en su fusilamiento a mano de uno de los bandos intervinientes en la contienda y no acordarse de un poeta de la misma generación, José María Hinojosa, quizás el primer surrealista español, fusilado junto a su hermano y su padre, por el bando contrario, o resaltar como el cantante Miguel de Molina - excepcional - fue salvajemente golpeado por un grupo ultraderechista y no querer exponer a los oídos de todos que a Rafael de León - el alma de la copla - le ocurrió lo mismo perdiendo la mayor parte de su dentadura, con otro grupo esta vez ultraizquierdista, es claramente detestable.
Los malos ejemplos a uno y otro lado se pueden contar por cientos y nos describen una época, de distinto pensamiento y brutal ignorancia, que nos hace estremecer. Pero que en medio de las heterogéneas crisis que en la actualidad estamos viviendo y la necesidad que tenemos de solidaridad y unificación de criterios, que sigan estos acontecimientos de violencia y asesinatos, tras más de 86 años, enfrentándonos, no es propio de un agosto cálido y sereno, ni de una generación que debe trabajar a fondo para conseguir un bienestar estable, dejando a un lado "leyes de Memoria", que ni son democráticas, ni nos llevan a la concordia que tanto precisamos. Leer es una acción precisa y persuasiva. La ignorancia, la venganza y el odio, son babas de un mismo caracol. Debemos seguir rumiando, por hacerla más intima, nuestra poesía y nuestros poetas, pero nunca utilizar su vida y su obra como fuente de odio o manantial de intereses políticos partidistas.