Ya es hora de que la justicia actúe sobre los culpables de esta red de trata de blancas y que lo haga de manera ejemplarizante.
Ya es hora de cambiar aquello de que siempre ha habido pobres y ricos. Para empezar, mejor será hablar de empobrecidos en lugar de pobres y de enriquecidos en lugar de ricos. No es banal el cambio propuesto: enriquecidos a costa de empobrecidos. Esto nos lleva a entender mejor el origen y las causas, la ligazón que hay entre ambos. Supone, además, introducir en el análisis una dinámica de superación de esta realidad: habrá menos empobrecidos en la medida en que existan menos enriquecidos y en la medida en que se restituya a los empobrecidos la riqueza que se les ha ido expoliando de generación en generación.
Otra terminología que se podría emplear es la de abusados y abusadores. Éstos mantienen su situación utilizando la violencia en cualquiera de sus formas con los directamente abusados, si bien hacia el exterior utilizan todo tipo de argucias para pasar desapercibidos, llegándose incluso a procurarse un barniz de benefactor.
Toda esta reflexión me ha venido de pronto al conocer la noticia de la operación contra la trata de blancas desarrollada en El Puerto y en otras ciudades de la provincia.
Lejos de ser una práctica del pasado, la utilización de mujeres en prostíbulos en condiciones que rayan con la esclavitud está a la orden del día y a la vuelta de la esquina. Detrás de cada una de estas mujeres obligadas a prostituirse hay una historia y un ser humano que clama dignidad. Amparados en la precariedad en la que viven, ya que muchas de ellas fueron traídas con engaños desde diversos países, gente sin escrúpulos las explotan y se aprovechan de ellas.
Muchas de ellas callan por miedo a las extorsiones a que se ven sometidas y a ser expulsadas del país. "Juan Galán es una buena persona" decía Enrique, el boliviano que trabajaba en la finca del patriarca del clan que regentaba los prostíbulos. En 50 millones de euros se valora el patrimonio de los abusadores que utilizaban extranjeras de las que abusaban obligándolas a prostituirse en condiciones inhumanas.
¡Cuánto sufrimiento ajeno para obtener su enriquecimiento los abusadores!
Por si faltaba algo, el club de alterne La Hacienda, antes La Luna, regularizó su situación urbanística en El Puerto, en tiempos en los que Hernán Díaz era el alcalde, mediante decreto, en una zona en la que sólo estaba permitido hacer pequeñas reformas sobre el inmueble anterior. Cualquier parecido entre lo que hay en la actualidad y lo que allí había cuando era La Luna es mera coincidencia.
Los abusadores saben cómo conseguir lo que quieren y cómo ocultar sus sórdidos negocios. Seguro que habrán aparecido en revistas del corazón y en obras en las que aparecen como benefactores. Lo que sea con tal de seguir explotando y enriqueciéndose.
Lo peor es que llevan años y años haciéndolo y campando a sus anchas.
Ya es hora de que la justicia actúe sobre los culpables de esta red de trata de blancas y que lo haga de manera ejemplarizante.