Estoy ocupado en mis cosas, que son muchas, y va el señor L.C. y en su tabloide virtual, donde a diario llora sus tristezas, publica sobre mí falsedades como puños. ¿Qué hacer al respecto? Nunca hemos comido del mismo plato. Ni siquiera tenemos el gusto de conocernos personalmente. Vaya por delante, señor L.C., que no debo nada a nadie y puedo permitirme decirle mis verdades a la cara. Ojalá hubiera sido en privado porque ninguno de los dos somos tan importantes.
De momento un aperitivo, para que vaya aprendiendo que no debe buscarse enemigos donde no los había. Este error narcisista, entre otras cosas, le incapacita de raíz para la política de altura. Y su drama radica en que, siendo como es usted tan insignificante, igual que yo sin ir más lejos, ni se plantea dedicarse a otro menester más productivo. Revise sus esquemas vitales, su círculo de influencia: están sorbiéndole la sesera. Mejor: ejercite la saludable autocrítica. ¿Podrá hacerlo? Es fácil: sólo tiene que reflexionar antes de escribir para el público; se trata de una actividad que requiere ajustarse con cierto escrúpulo a un par de reglas: las frustraciones íntimas se quedan para uno y debe decirse tu verdad sin menospreciar a nadie. Son normas básicas de convivencia que usted incumple sistemáticamente.
Vayamos a los forzados desmentidos. No descubre usted nada nuevo afirmando que milito en un partido que, por decisión popular, conforma el equipo de Gobierno en Algeciras. Este dato era notorio. ¿Conclusión? Llega usted tarde y haciendo trampas, marca de la casa. La pregunta es: ¿y qué pasa si milito, o no, en el partido que me da la gana? Usted no es nadie para adoctrinarme. No es tan inteligente, ni tan sagaz. ¿Sabe qué? Tengo la impresión de que soy un poco más libre que usted y que le carcome la envidia. Si estoy en lo cierto, hágaselo mirar pronto porque va por mal camino. No lo haga por usted mismo, si en tan poco estima su persona. Hágalo por su familia.
Pero lo que no le consiento a usted, mentiroso compulsivo, es que se arrogue el derecho de publicar que cobro del erario municipal más sueldo del que rigurosamente se deriva de mi trabajo como funcionario desde hace doce años, mi esfuerzo profesional y los presupuestos públicos.
Así que, para ir abreviando, aquí viene lo serio. Repito, lo serio: vuelva usted a mentar los apellidos de mi madre y de mi padre para injuriarme, vuelva a hacer mención a mi nombre en su insana ventanita digital, aunque sea para ofrecerme un caluroso saludo, y le aseguro que su pesadilla en los juzgados no habrá hecho más que empezar. Le consta que en estas lides, cuando pongo fe y empeño en lo que hago, soy efectivo. No le pido que me tienda su mano en señal de disculpas. Doy por descontando que ignora el significado de tamaña nobleza humana. Lo que le exijo, desde ahora, es que tratándose de mí lo medite mil veces antes de abrir esa bocaza por la que sólo escupe su escasa educación y su amargo resentimiento, por desgracia tan antiguo y doloroso para usted como su propia edad. ¿Me explico claramente? No juegue con la gente. Puede que algunos rían sus ocurrencias de niñato. Pero conmigo se ha equivocado. De todas a todas. ¿Es esto una vil amenaza? No, para nada. Sólo me defiendo de su odioso ataque contra mi honor. La vida, que tantos golpes nos reserva, me ha enseñado el valor de la honradez y no va a ser usted con su estulticia, mala baba y poca vergüenza quien venga a destrozar el incalculable sacrificio de mis padres por dar a uno de sus hijos un futuro mejor, sin dañar a conciencia ni robarle a nadie. Semejante atropello no se lo permitiré jamás. Está avisado.
El pastelito que ha regurgitado precisa de una guinda, a ver si por fin es usted capaz de olisquear sus vómitos y tragárselos: ¿de modo que Hermenegildo Gónzalez, candidato a la alcaldía, a quien yo tenía por caballero, hará justicia metiéndole en el Ayuntamiento por la puerta grande si el PA gana las elecciones? Mira que son ustedes cortitos: ¿acaso no se dan cuenta, ambos, de que nos habéis puesto en bandeja, a mí y al fiscal, una acusación por delitos de prevaricación y asociación ilícita para delinquir, como poco? ¿Así pretenden ganarse nuestro respeto? Ustedes han perdido la cabeza.