El destino es un placebo

Publicado: 18/11/2023
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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En esta ocasión hemos aprendido que el resultado de unas elecciones generales puede quedar reducido a un sorteo de la Lotería: enhorabuena a los premiados
En The killer, el protagonista es un asesino a sueldo y, como tal, un observador permanente de la realidad fragmentada que le rodea. Su existencia queda reducida a un continuo monólogo interior desde el que analiza cada detalle a la hora de afrontar cada encargo, pero también la vida misma. Y eso es, precisamente, lo que hace tan perturbador lo que cuenta, ya que no solo habla de él, sino de su propia visión del mundo, que no dista tanto de la que podamos tener todos los demás.      

En uno de esos monólogos concluye: “El destino es un placebo. El único camino en la vida es el que dejas detrás. Si eres incapaz de aceptarlo en el breve tiempo que nos viene dado, quizás no seas uno de esos pocos. Quizás seas como yo. Uno del montón”. Resulta inevitable aplicarlo a todo lo que hemos vivido a lo largo de las últimas dos semanas y ratificado en los discursos pronunciados este miércoles en el Congreso de los Diputados.

El destino, en este caso, esa España de concordia y convivencia, esa España necesitada de una amnistía, esa España progresista, pero también esa España de salvapatrias, no deja de ser un placebo. Lo único importante es el camino recorrido para llegar a pronunciar esos mensajes, a marcarnos esa agenda referencial, y por supuesto no formaba parte de ningún programa electoral, y si lo hacía, ya fuese por escrito o de palabra, ha perdido su sentido desde el momento en que todo se reduce a un cambio interesado de opinión.

Ni España se va a romper, ni queda claro si la amnistía y los pactos que la arropan van a cumplirse en toda su dimensión, pero, todos, seguirán alentando la necesidad de un destino común y rimbombante en el que se siguen olvidando de hablar de las cosas de comer; tal vez porque no sea tan común, sino más bien particular, como ha quedado demostrado en el caso del presidente del Gobierno, convencido de hacer historia, pese a encaminarse a acabar convertido en “chatarra”, como le advertía Juan Luis Cebrián esta semana en un afiladísimo artículo en El país.

“El destino es un placebo”. Deberían incluirlo como advertencia en todos los programas electorales de los partidos políticos, al igual que en los paquetes de tabaco aparece la frase “Fumar mata”. Ya sé que es una visión reduccionista de las cosas, que desprovee de valor el compromiso personal de cuantos renuncian a su vida profesional para dedicarse a la política y contribuir al bien común y la defensa de los derechos y aspiraciones de los ciudadanos, pero ya son demasiados años de experiencia, demasiadas decepciones esparcidas a lo largo de todo ese camino que has ido dejando detrás y que vuelven a cobrar sentido con el paso del tiempo cuando tratas de entender las promesas y decisiones que se toman en defensa del interés general -y no hablo ya solo de Pedro Sánchez-.

En esta ocasión hemos aprendido que el resultado de unas elecciones generales puede quedar reducido a un sorteo de la Lotería: enhorabuena a los premiados. Por mucho que se quiera equiparar este pacto al sellado en su momento por Felipe González y José María Aznar con los nacionalistas catalanes y el molt honorable Jordi Pujol, no cabe apreciar de la necesidad virtud; en todo caso, descaro. Todavía cabe la opción de que lo lleve hasta el extremo de terminar por cachondearse de aquéllos a los que ha prometido no faltar a su palabra, a la seva paraula. No será por falta de antecedentes.

En definitiva, tenemos gobierno, y como en la canción de Serrat, “vuelve el pobre a la pobreza, vuelve el rico a su riqueza, y el señor cura a sus misas”. Lo de las concentraciones ha estado muy bien, porque hizo sol y ya que estamos en el centro aprovechamos para tomarnos unas tapas, pero hasta Sánchez sabía que todo quedaría reducido a “pena de telediario”; más aún contando con la complicidad de los ultras a las puertas de la sede del partido.

Algo sí hemos aprendido: el destino es un placebo y a Ayuso le gusta la fruta. Un dislate todo.

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