En plena crisis la Junta aprobó los Presupuestos para el 2011 este pasado miércoles y ha decidido rebajar su andalucismo dándole un buen recorte a la Fundación Blas Infante. Un recorte por encima de la media, el doble de lo que los patronos de la Fundación y sus escasos trabajadores (tres) se temían.
La liquidez de la Junta, a pesar de los mensajes de optimismo que lanza, es casi de miedo. Pero más miedo da el estado en que se queda la fundación del padre de la patria andaluza.
Blas Infante, realmente, siempre ha sido aceptado por el Gobierno Andaluz, como un padrastro más que como un padre. Un padrastro inofensivo y con poco carácter.
El andalucismo de los tiempos gloriosos, es decir, el de los primeros compases de la Transición, quiso ponerse gallito, dar un puñetazo en la mesa y pedir su sitio. El carácter le duró poco, y pronto el andalucismo, cuarteado y agobiado, perdió ese carácter que un día lo definió.
Blas Infante no fue un gran teórico. Se acogió a los afanes nacionalistas que en su tiempo andaban en boga y no siempre supo escoger lo mejor de cada caso.
Esta tierra es permeable y quién más la intentó encerrar en estereotipos fue la gente de fuera. Un poco de chauvinismo, si, un poco de orgullo, un ramalazo de reivindicación andaluza, más por marcar el territorio que por auténtico credo. Y ese es el baile incómodo que siempre ha trazado el Partido Socialista con el andalucismo y su máximo representante histórico. Contemporizar, no pisarle los talones pero soltarlo antes de que la orquestilla acabe la nota. Porque aquí, al contrario de lo que ocurrió en Cataluña ó el País Vasco, no ha gobernado el partido nacionalista de turno, marcando la pauta.
El PSOE se arrogó ese papel en una doble y no necesariamente mala identidad regional y estatal. Sólo que no lo ha hecho de modo abierto.
Tolera a Blas Infante y lo que representó, sin atacarlo de frente pero sin suministrarle nunca ni una gota de agua más de lo que se supone marca una estrategia de desgaste lento. Más ó menos como ahora está ocurriendo con la Fundación Blas Infante. No se cierra. No cae la culpa sobre el socialismo. Pero se le deja a pan y agua. Una especie de Numancia sin espadas ni demasiada bronca. A la andaluza, con un poco de guasa y bastante retranca.
Mientras tanto, un encantador de serpientes llamado Barenboim, que se dio a conocer en el mundo gracias a la Fundación que ha creado, pagado y que sigue pagando la Junta, se lleva la parte importante del Presupuesto para que él pueda dar conciertos gratis (pagados por los andaluces) en su Buenos aires natal y haciendo casi desaparecer a la Orquesta Joven de Andalucía que ya se la ha comido para pasar a engrosar su ya magnífico presupuesto.
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