Volodimir Zelenski es un hombre bajito y valiente, como un capitán Alatriste diminuto pero con agallas, que viste siempre una sudadera o un jersey verde en homenaje a los soldados ucranios, soldaditos valientes, que se baten a vida o muerte en el frente contra las tropas rusas. Donald Trump, que es una bestia, esconde a la bella, Melania, su mujer, en una habitación recóndita de la Casa Blanca, donde ella se prueba maravillosos sombreros, como aquel inmenso y elegantísimo que lució en enero en el acto de toma de posesión como presidente de EEUU de su marido, imaginamos que para dificultarle después el beso en la mejilla. Trump, decíamos, escondió en su día a Melania para tener una aventurilla con una actriz porno de ordinarias cachas, mientras urde en cómo convertir el mundo en un negocio más de su cartera, desde Ucrania a la Franja de Gaza, porque Trump es un antiguo propietario de casinos y por eso espetó a Zelenski en el Despacho Oval eso de: “Usted tiene malas cartas”.
La humillación de Trump a Zelenski, televisada en directo, como un reality vulgar, me recordó a la constante humillación a la que el Inquisidor somete a Teresa de Ávila en la extraordinaria obra teatral de Juan Mayorga titulada ‘La lengua en pedazos’. Dice el Inquisidor a Teresa: “Muchos son en el mundo los que al dolor suman soledad y no tienen el consuelo que vos recibisteis de vuestras hermanas. A vos os llevaban en una sábana; otras no encuentran manos que las lleven”. Igual que Trump y el vicepresidente Vance reclamaban al solitario Zelenski señalándolo con un dedo amenazador: “Usted tiene que dar las gracias a EEUU”. Y Zelenski se enfrenta ahora a una contradicción terrible: el país que alentó y sostuvo principalmente a Ucrania en la guerra frente Rusia, Estados Unidos, se ha convertido en enemigo, en un aliado esencial de Putin. Es como si se tratara de una pieza del teatro del absurdo de las que dirigió el gran Juan Margallo, recientemente fallecido. La superpotencia que apoyó a Ucrania y la animó a defenderse ahora trata de obtener todos los beneficios. Indica en un artículo el escritor Héctor Abad Faciolince: “Intimidar, asustar, humillar, amenazar como táctica de negociación es el ‘modus operandi’ constante de Trump (…) Le sigue el turno a la Unión Europea”. El amigo americano no es tal amigo. No es de fiar. José Luis Rodríguez Zapatero se quedó sentado durante un desfile militar al paso de la bandera de EEUU. Lo diría Francisco Umbral: Con un par.
