?Los puntales nos han dejado con una casa de 40 metros?
La Junta firma el convenio para rehabilitar las viviendas de Raboatún, 4, tras cuatro años de lucha
Los cerca de 3.000 euros que deberán aportar las seis familias del edificio de Raboatún, 4, en la barriada de La Vid, para completar su aportación correspondiente (5%) a la esperada rehabilitación es el dinero que “más a gusto” van a gastar en mucho tiempo, como ellos mismos reconocen. Los 51.544,63 restantes (95%) correrán a cuenta de la Consejería de Obras Públicas y Viviendas, que hace sólo unos días firmó un convenio con los propietarios. Este ansiado trámite deja atrás una lucha que comenzó en 2007 ante los requerimientos de la presidenta de la comunidad de propietarios de Raboatún, 4, María García Villalba, para acometer un proyecto ante el mal estado del edificio. Pero por aquel entonces, ni ella, ni sus vecinos mayores de la planta baja, Antonio y María, se imaginaban lo que se les venía encima. El golpe más duro llegó hace año y medio, cuando debido al peligro de desprendimiento sus vivieran tuvieron que ser apuntaladas, llevándose la peor parte esta pareja de 75 y 73 años, que no ve la hora de librarse de los más de 25 puntales con los que conviven desde entonces en su piso de 80 metros cuadrados.
Sin embargo, pese al peligro, Antonio no ha renunciado a sus costumbres y no ha dejado de ver ni un sólo día la televisión en una habitación en la que apenas cabe una silla para sentarse y la tele y donde la decoración está monopolizada por humedades y barras de hierro. “Hemos seguido haciendo vida normal, si a esto se le puede llamar así, pero de tener un piso de 80 metros cuadrados hemos pasado a contar con uno de 40”, explica Antonio, que todavía no se cree que en “unos cinco meses”-que es el tiempo que durarán las obras- por fin pueda volver a tener a sus nietos de fin de semana en el cuarto de invitados donde se han colado unos inquilinos a los que empiezan a ver el momento de decir adiós.
“Este (por la habitación donde están los puntales) era nuestro cuarto de invitados en el que se quedaban nuestros hijos cuando venían a vernos con los nietos, pero desde que pasó todo esto no queremos que vengan porque nos da miedo de que pueda pasar algo”, explica sonriente María, que ha dejado atrás las lágrimas de este último año y medio, obligada a no poder cumplir su derecho a una vivienda digna y siempre con el miedo en el cuerpo. Una vez firmado el convenio, están buscando presupuesto para ver qué empresa se encarga de los trabajos, que deberán empezar cuanto antes, aunque ya tienen claro que uno de estos días tendrán que quedar todos los vecinos para celebrar la buena noticia. Eso sí, siguen siendo cautos. “Hasta que no estén aquí los obreros no me lo voy a creer”, comenta uno de ellos, mientras la presidenta de la comunidad de propietarios derrocha mensajes de agradecimientos con la federación de vecinos Solidaridad y con todos los colectivos que se han “volcado” con este calvario que tanto le ha atormentado. “Estamos hablando de 2007, todavía por entonces Zapatero no se atrevía a nombrar la crisis y desde entonces ha sido una lucha constante para contactar con el delegado provincial de Obra Públicas, Pablo Lorenzo, una y otra vez para que nos escuchara y nos tuviera en cuenta”, manifiesta, mientras pasan con cuidado esquivando como pueden los dichosos puntales. “Esta vez vamos a posar para la foto sonriendo porque por fin estamos contentos, no más caras de penas aunque aún haya puntales por favor”.
Sin embargo, pese al peligro, Antonio no ha renunciado a sus costumbres y no ha dejado de ver ni un sólo día la televisión en una habitación en la que apenas cabe una silla para sentarse y la tele y donde la decoración está monopolizada por humedades y barras de hierro. “Hemos seguido haciendo vida normal, si a esto se le puede llamar así, pero de tener un piso de 80 metros cuadrados hemos pasado a contar con uno de 40”, explica Antonio, que todavía no se cree que en “unos cinco meses”-que es el tiempo que durarán las obras- por fin pueda volver a tener a sus nietos de fin de semana en el cuarto de invitados donde se han colado unos inquilinos a los que empiezan a ver el momento de decir adiós.
“Este (por la habitación donde están los puntales) era nuestro cuarto de invitados en el que se quedaban nuestros hijos cuando venían a vernos con los nietos, pero desde que pasó todo esto no queremos que vengan porque nos da miedo de que pueda pasar algo”, explica sonriente María, que ha dejado atrás las lágrimas de este último año y medio, obligada a no poder cumplir su derecho a una vivienda digna y siempre con el miedo en el cuerpo. Una vez firmado el convenio, están buscando presupuesto para ver qué empresa se encarga de los trabajos, que deberán empezar cuanto antes, aunque ya tienen claro que uno de estos días tendrán que quedar todos los vecinos para celebrar la buena noticia. Eso sí, siguen siendo cautos. “Hasta que no estén aquí los obreros no me lo voy a creer”, comenta uno de ellos, mientras la presidenta de la comunidad de propietarios derrocha mensajes de agradecimientos con la federación de vecinos Solidaridad y con todos los colectivos que se han “volcado” con este calvario que tanto le ha atormentado. “Estamos hablando de 2007, todavía por entonces Zapatero no se atrevía a nombrar la crisis y desde entonces ha sido una lucha constante para contactar con el delegado provincial de Obra Públicas, Pablo Lorenzo, una y otra vez para que nos escuchara y nos tuviera en cuenta”, manifiesta, mientras pasan con cuidado esquivando como pueden los dichosos puntales. “Esta vez vamos a posar para la foto sonriendo porque por fin estamos contentos, no más caras de penas aunque aún haya puntales por favor”.
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