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Un bipartidismo en decadencia

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El bipartidismo se consuma en un país cuando dos partidos dominan el espectro político y se alternan en el poder. Más en concreto: la suma de votos de ambos (y consiguientemente de escaños parlamentarios) llega al 80-90% y el gobierno se ejerce con mayoría. Si esa mayoría no se alcanza más que con el apoyo de un tercer partido (que no forma coalición con el dominante) hay quien entonces habla de “bipartidismo y medio”. En todo caso, el bipartidismo se estima ventajoso porque facilita la gobernabilidad, estabilidad y alternancia. Las democracias mas consolidadas optan por este esquema, que se perpetúa en EE.UU., Reino Unido, Alemania y Países Nórdicos, por poner sólo algunos ejemplos. Nuestra aún joven democracia ha sido bipartidista, frecuentemente sin mayoría absoluta del partido gobernante. El centro-izquierda, representado por el PSOE, y el centro-derecha, que en un tiempo fue la UCD y luego el PP, han sido las dos alternativas. En tiempos de J. L. Rodríguez Zapatero, el arco parlamentario ocupado por el conjunto de estas dos formaciones políticas llegó al 84%, si bien más tarde descendió a expensas del hundimiento socialista y ahora apenas excederá el 60%.


El bipartidismo se encuentra en decadencia por adolecer de dos males, uno extrínseco (la crisis económica) y otro intrínseco (la corrupción). El PSOE no supo atemperarse a la realidad, admitió la crisis tarde y mal, y eso lo costó un serio correctivo en las urnas, que aún colea. El PP no ha aplicado la política que pregonaba durante las elecciones y ha defraudado hasta ahora a propios y extraños. Es posible que si el futuro se torna más favorable, la presión fiscal se atenúa y el paro decrece, se corrija en parte esa corriente de desaliento. La corrupción se ofrece como grave mal que corroe a nuestros políticos. El caso Bárcenas cada vez resulta más complejo, cuando han surgido papeles originales (no fotocopias) del que fue gerente del PP en los que se evidencian supuestos sobresueldos a beneficio de las más relevantes personalidades del partido, empezando por el propio Mariano Rajoy y siguiendo con Javier Arenas, Francisco Álvarez Cascos, Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja, etc. Es obvio, sin embargo, que la credibilidad de Bárcenas está bajo mínimos y que allí donde hace pocas fechas juró Digo ahora afirma rotundamente Diego. Veremos.El caso de los EREs fraudulentos es de mucho calado, porque afecta al núcleo más importante del PSOE, el andaluz. La juez Mercedes Alaya entró a fondo en esta red, y ya hay 93 imputados, de los que hasta 27 son o han sido altos cargos del Ejecutivo andaluz, destacando entre ellos el nombre de la ex ministra Magdalena Álvarez. Entre las acusaciones se incluyen prevaricación, cohecho, malversación de caudales públicos, asociación ilícita, blanqueo de capitales, delito contra la hacienda pública y falsedad documental. Las consecuencias de estos males han sido disgregadoras: en el PP se han destacado como discrepantes Aznar y Esperanza Aguirre, y en el PSOE no son precisamente cordiales las relaciones entre Rubalcaba y Griñán.  El detrimento del bipartidismo en España es lógico que haya beneficiado a otras formaciones como UPyD e IU, si bien no parece que cada una de éstas atraiga a más de un 10 % de votantes. El futuro político no se antoja muy claro, antes al contrario.

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