La Andalucía que muchos soñamos, y que por momentos creímos construir, se nos está desmoronando a pasos agigantados. Era un proyecto colectivo que aglutinaba muchas fuerzas con el objetivo de vencer al subdesarrollo al que querían condenar a esta tierra, aislándola del progreso y dejándola como un parque temático del exotismo sureño. Quizás por eso, en un arrebato de rebeldía, pusimos en nuestro escudo al héroe por excelencia, Hércules, símbolo del impulso interno de los andaluces por conquistar un futuro mejor para esta tierra. Y lo rodeamos del animal que encarna la fuerza, el león. Pero ¡ay!, el héroe no era tan fuerte y ha acabado siendo devorado por los dos leones que lo flanquean en el escudo.
Esto no es solo una metáfora, desgraciadamente es una imagen que sirve para describir una cruel realidad, una catástrofe social y humanitaria, tal y como lo refleja el último informe de la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, que sitúa a Andalucía como la región más pobre de España; es decir, la más pobre entre las pobres de Europa. El espejismo se ha disipado, y comprobamos que seguimos avanzando por un desierto desolador que nos abrasa las últimas esperanzas que nos quedaban. Es terrible que el informe señale que de cada cuatro españoles pobres uno es andaluz y estime que casi 3,5 millones de andaluces viven en el umbral de la miseria (más del 40% de la población, 9 puntos por encima de la media nacional), además de que la mitad de la población andaluza no puede hacer frente a gastos imprevistos y un 12% tiene retrasos en los pagos de facturas e hipotecas. Tampoco es alentador que el 66% de los escolares andaluces no puedan acceder a algún recurso educativo. Esta es nuestra realidad, así que ya me dirán ustedes qué carajo le importa a quien pasa hambre o no tiene para cubrir sus necesidades básicas todas esas milongas de las Segundas Modernizaciones, el ridículo deshoje de la margarita del candidato popular, las supuestas persecuciones judiciales o las peleas del “y tú, más”.
Son datos espeluznantes, que reclaman un análisis riguroso de qué hemos hecho mal durante tres décadas de Autonomía. Es cierto que la crisis nos ha golpeado, pero lo más preocupante es que haya actuado como la acetona que elimina capas de esmalte bajo las que las uñas de esta tierra siguen enfermas. Esta situación de emergencia no es producto exclusivo de la crisis ni de los recortes, sino de años desaprovechados para construir un modelo económico, industrial y social más sólido. Ahora que todos los actores de esta obra se miran para ver quién ha metido la pata en el guión, desde el patio de butacas hay que abuchearles por llevar a la ruina a la compañía. Han tenido más de treinta años para aprender sus papeles, y no lo han hecho, siguen más preocupados en peleas de divas para ver qué nombre o siglas aparecen encima de las otras en los carteles.
Y así, Andalucía ha acabado convertida en una tela de la que jalan varias vecindonas, tan preocupadas por llevársela que no se dan cuenta de que el lienzo está a punto de partirse. Si encima la tela está apulgarada por la corrupción y una bajeza moral indecente, entonces su futuro no es otro que ser un harapo que todos pisotearán. Y ojo, de este fracaso colectivo no se salva ninguna de las vecindonas; todo aquel que ha tenido alguna participación en el gobierno de esta región, ya sea directa o indirectamente, es corresponsable del desastre.
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Erramos en escoger a Hércules como nuestro héroe. Los leones han resultado ser demasiado incompetentes como para respetarlo, se han dedicado a satisfacer su voracidad. Primero han despedazado al joven Hércules, luego tumbarán las columnas y, finalmente, se aniquilarán entre sí. Hubiera sido más acertado, aunque más doloroso por reconocer implícitamente el sino de esta tierra, elegir a Sísifo para nuestro escudo. Porque Andalucía lleva más de treinta años empujando la piedra de su subdesarrollo por la escarpada ladera del progreso y, cada vez que cree coronar la cima, vuelve a ser arrastrada por el terrible peso hasta los pies de la montaña.
Lo terrible es que, según el mito, Sísifo jamás dejará de ser un esclavo.