El tiempo en: Vejer
Publicidad Ai
Publicidad Ai

El triunvirato de las virtudes teologales

La fe, la esperanza y la caridad, evidentemente forma un digno y rico triunvirato a desarrollar. Son virtudes porque son los dones que el Señor instala en nuestro espíritu aunque nos encontremos perdidos.

Publicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
  • Campanario del Santo Cristo. -

Relacionando la dimensión que tienen estas virtudes con la aparición  de los triunviratos en la historia y en el escenario mundial especialmente en el político a partir del siglo IV. Ha permitido fijarme en la manera de gobernar entre tres personas que se unen entre sí mediante una alianza para defender intereses comunes.

Y permitidme también una ligera exposición de la similitud que bajo mi punto de vista he encontrado entre las virtudes y los triunviratos. Precisamente un Triunvirato viene del latín triunvirätus y su nombre surgió en Roma durante el siglo I a C. Y se desarrolló en la época en la que los romanos tenían como base de  su  sistema político a la república, en cuyo sistema de gobierno se introdujo el triunvirato. En Roma hubo dos triunviratos.

Y despojado de este matiz político, la idea de triunvirato o de -trío- es la que  salvando la distancia ha sido elegida para el título de este artículo.  Haciendo de las virtudes teologales un triunvirato apostólico.


Y en este triunvirato de carácter religioso que se propone para los creyentes y para todos los fieles que forman el pueblo de Dios. Se adivinará que se sustituyen a las personas por los dones y los frutos de las virtudes teologales representadas por la fe, la esperanza y la caridad

Tres pilares esenciales en donde los intereses de la alianza que cada una de ellas constituyen  entre sí, resulta ser el bálsamo reparador  donde se asienta el fundamento esencial que sustenta el mensaje de la Palabra, la práctica de su divulgación, el ejercicio de la caridad y la esperanza de los efectos repercutibles en las almas y en los corazones de quienes las oyen,  las practican y las reciben.
La fe, la esperanza y la caridad, evidentemente forma un digno y rico triunvirato a desarrollar. Son virtudes porque son los dones que el Señor instala en nuestro espíritu aunque nos encontremos perdidos. A veces la providencia permite que nos extraviemos para que se nos encuentre después. Incluso cuando nos quitan la libertad. No estamos solos!  Nos queda el espíritu y a éste siempre le acompaña el Señor!

La fe no se hereda, la fe viene de la escucha y de su práctica dice el Cardenal Monseñor Fray Carlos Amigo Vallejo. Y con ella se consigue ‘imposibles’. La esperanza es la capacidad que tiene el alma de esperar pacientemente a las bienaventuranzas. Alma que el Espíritu Santo la alimenta para mantenerla firme ante las tinieblas y los imponderables por los que aspiramos alcanzar el Reino de los Cielos y  la vida eterna.

Y para ello tenemos una medicina -La caridad- ¡Ah la caridad! virtud ésta sin la cual es difícil traspasar las puertas de la Casa del Padre. Y no consiste en prodigarla, templando o calmando nuestras conciencias con el solo hecho de dar  limosnas a los necesitados. La práctica de la caridad para un cristiano es mucho más amplia, más exigente y significa: socorrer, enseñar, vestir, reconducir, prodigar cariño, arropar, conducir y una larga lista de bondades. Pero sobre todo defender la dignidad de las personas. Es como socorrer sin mirar la piel, pero mirando a los ojos de las personas socorridas.

Estos ejemplos sí que constituirían -un hermoso triunvirato- un buen triunvirato desprendido del ejercicio de las virtudes teologales, que  desarrollaran una buena política humanitaria, que ayudaran a construir un mundo mejor, más equitativo y justo entre todos: creyentes y no creyentes, porque independiente del signo o de credo religioso de cada ser, en el corazón y en el alma de cada uno, no puede faltar un resquicio de convicciones que determine y oriente su conducta de misericordia y compasión solidaria.

Y es cierto y está demostrado que la solidaridad alcanza su más alto  valor y eficacia, solamente cuando la aplicamos frente a la indiferencia, el abuso o ante la injusticia. Porque no es menos cierto que cuando valoramos la libertad nos molesta la esclavitud.
  Y estos valores son los que verdaderamente se aposentan  en nuestros sentimientos involucrándonos a reaccionar frente a esas desigualdades.

Por eso la práctica de estos dones  mueve a los cristianos a vivir su fe no sólo como motivo, sino como objetivo de Dios a través del triunvirato de las virtudes teologales enarbolando con ímpetu la bandera de la fe, la esperanza y de la caridad!!

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN