De entrada, en este artículo de hoy, quiero aclarar mi nexo profundo con la presencia de la gaviota, a la que le tengo una especial sensibilidad desde mi adolescencia, cuando a orillas del Odiel, solía contemplar sus desdibujados vuelos, raseando los mismos sobre el rompeolas a la búsqueda de los distraídos pececillos. El paisaje no podía ser más atractivo, sentado en la desaparecida Fuente de las naciones, donde la umbría de uno de los eucaliptos que aún existen hacia más confortable el entorno.
Pues bien, fueron muchas las veces que iba a presenciar el vuelo de las gaviotas, y de ahí surgió mi articulo ‘Gaviotas negras’, que quedó finalista en el premio nacional de periodismo ‘César González Ruano’ en Madrid en el año 1987.
Siempre me he detenido ante el vuelo pausado y contemplativo de la gaviota, tanto es así que, referencias de las mismas las tengo recogidas en algunos de mis libros inéditos, como el caso de la décima espinela que escribí a orillas del Odiel cierta mañana y que decía: Gaviotas, ¿qué queréis?/ ¿Que os mire y que os cante? /¿Que mis pupilas levante por ver cómo os perdéis? / Gaviotas, ¿qué queréis? / ¿Que yo deje de soñar? / ¿Que mire otra vez al mar? / ¿Que olvide a mi dulce amada? / Ingrata ave, alocada/ Idos de nuevo a la mar.
Desde mis largas estancias en Punta Umbría pude conocer y entablar amistad con el ya fallecido pintor puntaumbrieño Pedro Gil Mazo, con el que tenía en común precisamente esa sensibilidad hacia las gaviotas. Pedro, no sólo reflejaba en su obra pictórica a la gaviota sino también escribía de ellas, como contempla un texto en el monolito que le dedicó el Ayuntamiento como homenaje a su extensa y prolifera obra plástica. Nuestra amistad con Pedro Gil Mazo se materializó al incluir en mi libro ‘Bajo tu luz Punta Umbría’ una obra como portada del libro, así como otras tantas en las páginas interiores.
Y todo viene a cuento del hecho de escribir hoy de las gaviotas, porque en la actualidad la presencia de estas tiernas y sumisas aves del mar, de manera doliente, están cambiando su hábitat. Antaño, como puerto de mar que somos, veíamos el vuelo de las mismas por la ciudad como preludios de temporales. Hoy las vemos volar de un lado a otro por la ciudad, pero por motivos bien distintos.
Las gaviotas, este invierno, las hemos visto deambular por la calle Ancha de Punta Umbría buscando comida, de un lado para otro como si de un turista se tratara, también hurgando en los alrededores de los contenedores de basura. ¿Pero que pasa con la ría? ¿Qué ocurre con la fauna que le sirve de alimento: la lombriz, albiñoca, cangrejos, alevines, barriletes, quiclas, etc.? Progreso y regreso se dan la mano...