El tiempo en: Vejer

La escritura perpetua

Moliere eterno

Este montaje tiene momentos de comedia del arte, lo representan arlequines, pero en el fondo, sí, suena la música de Moliere

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Mientras veía ‘El burgués gentilhombre’, en el teatro Nuevo Apolo de Madrid, interpretado por la compañía Mephisto Teatro, con dirección de Liuba Cid, recordé la sublime versión que en 1980 realizó Adolfo Marsillach de ‘El Tartufo’: el respeto a la letra y al espíritu de la obra, la excelencia interpretativa, la dirección escénica sin fisuras. La sensación de teatro/teatro que transmitía aquella función. Fui con Juan Antonio Tirado, periodista de ‘Informe Semanal’, y coincidimos en que, sin disgustarnos, este montaje de ‘El burgués...’ deja cierto vacío, que se mezclan demasiadas cosas y estilos, que hay un barroquismo exagerado que impide divisar el fondo de la obra. Juan Antonio  me comenta con ironía lo complicado que resulta desde hace tiempo ver un Moliere hecho al estilo Moliere. Me cuenta que el pasado verano acudió al Festival de Teatro de Almagro a ver una función de ‘El avaro’, y lo que se encontró fue una obra sobre el ahorro de agua, con unos grifos como protagonistas. Tampoco me pudo dar más detalles de esa función: se marchó en el entreacto.
‘El burgués...’ no es un montaje fallido, ya está dicho, aunque continuamente hace equilibrios sobre el alambre para no caer al precipicio. Moliere cuenta la historia del hijo de un trapero que se afana por entrar en una aristocracia que se ríe de él y trata de engañarlo para sacarle el dinero. Este montaje tiene momentos de comedia del arte, lo representan arlequines, pero en el fondo, sí, suena la música de Moliere. Los intérpretes, en una compañía integrada por actores españoles y cubanos, tienen buenas voces, una manera acertada de colocar las frases y de cantar alguna de las cancioncillas que van apareciendo en el espectáculo. Destaca la actuación de Justo Salas, el burgués gentilhombre, actor con infinidad de registros dramáticos, muy cómico en la pretenciosa y ridícula carrera de su personaje -un tipo vulgar e iletrado- hacia la cultura y la aristocracia que nunca alcanzará.
La función gana cuando, hacia el final, se convierte en un enredo de amoríos. Entonces es cuando mejor se percibe la mano de Moliere. A Justo Salas lo acompañan Guillermo Dorda y Rey Montesinos, entre otros. Todo el elenco hace lo posible para que el espectáculo resulte digno. Lo que no es poco.

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