En “El Regreso del señor de la noche” (1986), una de las mejores obras del “cómic art” según el mismísimo Stephen King, Frank Miller proporcionaba a los amantes de la ficción lo que demandaban por aquel entonces: un nuevo héroe.
Tras la espectacular eclosión del universo Marvel, el cine de superhéroes está cobrando una nueva dimensión en el panorama cinematográfico contemporáneo, una dimensión más grande, vistosa y compleja; pero en la que empiezan a cometerse los mismos errores en los que caían los cómics más clásicos, empecinándose una y otra vez en usar los mismos tópicos envarados, con básicamente las mismas situaciones exageradas hasta la saciedad, como si el molde implantado por Marvel se mantuviese inalterable de una película a otra, por más que sus directores hayan intentado cambiar en mayor o menor medida ese hecho.
En “Batman V Superman: Dawn of Justice”, DC mantiene su tono sobrio y oscuro y Zack Snyder sigue empeñado en ser fiel a sí mismo, lo que le lleva a confirmar aún más sus reseñables defectos: la falta de sutileza emocional y la floja coherencia y cohesión argumentativa. Minucias para aquellos que hemos entendido la obra de Snyder como la de un verdadero autor.
Sus películas son y siempre serán indiscutiblemente suyas y, aunque aquí seguramente su trabajo haya sido en parte supervisado y cercenado por DC Entertainment, sigue respirando la valentía y la determinación creativa (y en ocasiones experimental) de un director exquisito y comprometido, ofreciendo una catarata de imágenes con un potencial visual y una épica innegables.
La mitología que rodea el enfrentamiento entre Batman y Superman es muy interesante. Dos justicieros enfrentados por ideales y orígenes antagónicos cuyo reflejo en la sociedad tiene un impacto semejante: la ambigüedad.
El Batman de Ben Affleck evoca inevitablemente al dibujado por Frank Miller en el 86, un Batman taciturno, violento y aún atormentado por los demonios del pasado, cuya motivación primaria se mueve entre la venganza y el miedo a perder el control de la justicia.
Superman, interpretado por Henry Cavill como un Dios mundano venido del espacio, es odiado por los que se corrompen ante aquello que desconocen, buscando poner límites a un poder formidable. Pero también es adorado por otros que edifican estatuas en su nombre, considerándole como un símbolo inequívoco de esperanza. Ambos sangrarán.
La película solo desarrolla esta contienda en parte, alimentada por los hilos perversos de un Lex Luthor (Jesse Eisenberg) histriónico, ya que el clímax final vuelve a parecerse al hueco del molde industrial que domina aún este submundo cinematográfico.
Todavía conservo la esperanza de que Snyder, o algún otro autor comprometido con este maravilloso universo, consiga darnos lo que ansiosos volvemos a demandar: un nuevo héroe. Lo que temo es que no estemos preparados para ello.
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