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El Papa ha cerrado el año dedicado a San Pablo, con motivo del segundo milenio de su nacimiento, con el hallazgo de los que pueden ser los restos de uno de los padres de la Iglesia

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El papa Benedicto XVI ha cerrado el año santo Paulino, dedicado a San Pablo con motivo del segundo milenio de su nacimiento. El Santo Padre anunció que han sido hallados unos restos que podrían ser los del Santo nacido en Tarso. Los huesos han sido encontrados en un sarcófago de piedra que nunca antes había sido investigado. Éste no ha sido abierto, sino por una sonda introducida por una pequeña incisiónse ha logrado extraer algunos restos para ser analizados. Hace ya tres años que la Iglesia informó que se hallada una tumba de mármol en la basílica de San Pablo Extramuros de Roma y que se analizarían para comprobar si podían ser los de San Pablo. Una vez realizadas las pruebas del carbono 14, se ha fechado su antigüedad entre los siglos I y II de nuestra era, con lo cual, bien podríamos estar ante los restos de uno de los padres de la Iglesia.

San Pablo, Saulo, nació en el seno de una familia acomodada de la tribu de Benjamín en Tarso de Cilicia, actualmente en Turquía, teniendo por tanto la ciudadanía romana. Antes de latinizar su nombre por el de Pablo, su denominación semítica fue la de Saulo. Se cree que podría haber venido al mundo en torno al año 3 después de Cristo y fue criado en una rígida ortodoxia religiosa, formado en las tradiciones judías, romanas y griegas. En su juventud marchó a estudiar a Jerusalén, a la escuela rabínica dirigida por Gamaniel, prestigiosa academia de estudios religiosos. Es posible que durante la Pasión de Cristo estuviera en Judea, pero no se tiene constancia de alguna coincidencia con Jesús. Hacia el año 34, Saulo de Tarso era un recto fariseo y un fanático de la persecución de los cristianos, a quienes consideraba miembros de una secta que amenazaba al judaísmo. Su fanatismo era tal que estuvo presente el martirio y muerte de San Esteban. De viaje a Damasco para continuar con la persecución de cristianos, una luz lo descabalgó de su caballo y lo dejó ciego. En ese momento Jesucristo le preguntó: “Saulo, ¿por qué nos persigues?”. Ante tal milagro se convirtió a la emergente religión y fue sanado de la ceguera por el discipulo Ananías. Antes de comenzar la evangelización a la que dedicó el resto de su vida, pasó tres años meditando y orando en el desierto árabe.

Los Hechos de los Apóstoles narran cómo fue apresado en el año 58 en Jerusalén y llevado dos años más tarde a Roma. El barco que lo trasladaba al centro del imperio naufragó y Pablo quedó libre en Malta, donde prosiguió con su apostolado. Volvió a ser apresado, esta vez en Roma en el año 67, tras cuatro años en la ciudad.
Por ser ciudadano romano no fue crucificado sino decapitado, según la tradición en la Vía Hostia, en el lugar donde hoy se encuentra la abadía de Tre Fontana, llamada así porque al parecer, la cabeza del Santo al despegarse del cuerpo rebotó tres veces sobre el suelo y allí nacieron sendas fuentes.

La devoción a San Pablo de Tarso se extendió pronto entre los primeros cristianos, que dejaron constancia de su fe con inscripciones halladas en catacumbas romanas fechadas entre los siglos II y III. Cerca del lugar donde fue martirizado se levantó la basílica de San Pablo Extramuros, donde precisamente han sido encontrados los restos que bien podrían ser de los del Santo.


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