El revuelo con las declaraciones de García Tejerina daría hasta para un mal chiste: se levanta el telón, y se ve a García Tejerina decir que lo que sabe un niño andaluz de 10 años lo sabe uno de Castilla y León con 8 años. ¿Cómo se llama la película? Pues, queridos paisanos andaluces, por mucho que pueda dolernos, que nos duele, podría ser “Una verdad incómoda”. Es cierto que estamos cansados de que los andaluces sirvan de chanza y chirigota obligada, del cliché del gracioso, el inculto, el flojete, el aprovechado, el truhan, el subsidiado …
Esto es injusto, incierto y cansino. También es verdad que conozco a algunos andaluces (prefiero decir esto a confirmar que sé de muchos) que parecen empeñados en representar estos prejuicios, y que estos tópicos no son en absoluto nuevos (y cuando el río suena…) y que ya destacaban en la época de Rinconete y Cortadillo. Lo malo de esto no es que alguien carezca de cultura, o de oficio y beneficio (que puede tener solución), sino que se vanaglorie de ello y no quiera corregirlo (y esto ya es más difícil solucionarlo), y de esos también aquí hay muchos.
Pero tampoco es que esto sea patrimonio del andaluz, que es lo que tiene criar generaciones a los pechos del “Gran Hermano” y el “Sálvame”, que salen más carne de “realities” que de literatura. Además, en esto pasa como con los hijos, que uno conoce sus defectos, pero los guarda celosamente. A veces, los más valientes, pueden verbalizarlos, pero esto se lo consiente uno a sí mismo y a nadie más.
Lo mismo pasa con el pueblo al que uno pertenece, del que es parte, con el que se identifica, que no admite que venga nadie de fuera a criticarlo. Francamente, a la postre, no creo que seamos más o menos en este sentido que cualquier otra tierra. Tenemos nuestras cosas, pero probablemente también somos más vivaces, creativos, extrovertidos y pasionales… Vaya lo uno por lo otro. Y a pesar de todo este preámbulo, probablemente nada de ello sea aplicable a las declaraciones de García Tejerina.
Y es que hay que leer y analizar bien, y a ser posible sin intermediarios, lo que dicen y cómo lo dicen, para no dejarse embaucar. Muchos se han lanzado a degüello sin siquiera escuchar a la ex Ministra, manipulados por valoraciones interesadas, incitados por los sesgados debates políticos de medios que ya no esconden su tendenciosidad (mejor que vayan a las claras), que mueven a la crispación y solo a la crispación sin ningún fin honorable, o por los políticos directamente afectados, y su partido, y ese sentido de tribu de sus representados.
Y he aquí que es una absoluta evidencia que García Tejerina no solo no se mete con los niños andaluces, sino que tampoco lo pretende. Ni siquiera estamos ante una frase desafortunada en un mensaje de contenido correcto. Lo que cuestiona la ex Ministra con meridiana claridad es el sistema educativo andaluz, y para ello cuenta con el respaldo de toda una batería de informes y evaluaciones nacionales e internacionales que nos sitúan en educación siempre en el vagón de cola.
Si los andaluces tuviéramos que avergonzarnos, o quizás sería más ajustado decir indignarnos, por algo, debería ser por esto, y no por los dimes y diretes de aquellos que pretenden identificar Andalucía con el Gobierno andaluz. Y fíjense que no soy yo muy amigo de dar grado de verdad a lo que puedan decir estos informes internacionales, y que la Educación, así en mayúsculas, es más de procesos que de resultados; pero vamos, que para “sacar pecho” indudablemente no estamos, eso es evidente.
En fin, que las declaraciones de García Tejerina se pueden discutir, en cuanto al contenido, pero cuestionar las formas o considerarlo un insulto, en mi opinión, no hace más que reflejar a las claras que aquellos que lo hacen es porque sobre el fondo parecen tener poco que debatir. Concluyo con que, ante las reacciones, me ha parecido más coherente la de Pablo Casado, cerrando filas y centrando el argumento en lo que se ha querido decir, y de hecho se ha dicho aunque haya quien quiera malinterpretarlo, que la postura del PP andaluz, intentando evitar la crítica fácil, con complejos. Lo que Andalucía necesita no es un gobierno que le “haga la ola” a los andaluces, sino que destape y afronte los problemas, que, francamente, ni los andaluces ni sus representantes están “para tocar las palmas”.