Aguacates

Publicado: 02/12/2018
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Los intérpretes Juanjo Artero, Jesús Cabrero, Lucía Ramos y Ricardo Sáiz soportan a pulso, con un trabajo actoral de primer orden, la comedia ‘Aguacates’
Los intérpretes Juanjo Artero, Jesús Cabrero, Lucía Ramos y Ricardo Sáiz soportan a pulso, con un trabajo actoral de primer orden, la comedia ‘Aguacates’, un texto políticamente incorrecto, con algunas ráfagas de ingenio, pero con cierta rigidez, escrito por Tirso Calero, que lleva las situaciones hasta un límite máximo. ‘Aguacates’, que se representa en el Teatro Príncipe Gran Vía de Madrid, es, sobre todo, una obra para disfrutar de los actores. Juanjo Artero era aquel adolescente rubio de la serie televisiva ‘Verano azul’, que llegó casualmente a la interpretación a principios de los 80 para quedarse definitivamente en esta profesión. Ha hecho mucho teatro clásico -varias de esas obras se representaron en el Festival de Niebla-, ha sido Don Juan Tenorio, domina el verso -algo difícil para un actor-, y en ‘Aguacates’ demuestra una preparación para la comedia estratosférica. Llena de vida, de autenticidad, lo que en ocasiones en el texto son situaciones con cierto perfil de estereotipo. Y defiende con contención un personaje desmesurado, que podría conducir a un actor menos hábil a la sobreactuación.

Toni –su personaje- es un mujeriego irreductible -“aquella mujer era melodía en movimiento”, dice Toni-, aventurero, viajero y, ahora, en busca incansable de dinero. Cree poder hallar una salida a su situación económica con la adquisición de una plantación de aguacates en Cuba, pero necesita un préstamo de su amigo de toda la vida, Marcelino -un sensacional Jesús Cabrero-. Toni hace alarde en escena de ser un cincuentón pasado por el gimnasio, con un bíceps como un queso de bola, y en perfecto estado de revista para las señoritas -su debilidad- lo que le acarreará numerosos problemas.

Por su parte, Marcelino es un político conservador con una tremenda confusión personal, que creció en la política llevando sobres llenos de dinero a compañeros de partido de despacho en despacho. Pero en la vida de Marcelino, recién separado de su mujer, hay un secreto. Y una preocupación: su joven hija. La actriz Lucía Ramos está brillante en la defensa de su personaje desmelenado, al que aporta gracia, talento y escote.

Hay en ‘Aguacates’ un toque de alta comedia. Tiene estilo, gracia y, ya está dicho, una interpretación superlativa. Pero en el subsuelo de la obra hay algo que chirría levemente, un desajuste que procede del texto pero que no ensombrece el brillo de la obra. La función se ve con agrado. Se trata de una obra risueña, aunque el contenido de fondo no es sencillo: corrupción política, homosexualidad, infidelidad. Pero hay un canto a la amistad. Y una llamada permanente al entretenimiento. Con eso basta.

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